La fundación de la Sociedad Colombiana de Endocrinología Antonio Ucros Cuellar † Presidente de la Sociedad Colombiana de Endocrinología 1973 -1974
Muy estimado señor Director: Perdone que use el sistema epistolar para atender a su solicitud de escribir el editorial para la revista de nuestra sociedad; este estilo literario me da la ilusión de estar relatándole a alguien a quien mucho aprecio, la pequeña y la grande historia de la Sociedad Colombiana de Endocrinología. Por allá en los años 49, Rodrigo Durán y yo, caminábamos por la Gran Vía; para escampar de la ventisca que venía del Guadarrama, entramos a Chicote a calentarnos el cuerpo y recrear la vista. Allí, al calor de un fino de Jerez, nació la inquietud de agrupar a los Endocrinólogos Colombianos y formar una Sociedad Científica. De regreso a Bogotá la idea se concretó. Convocamos a Tomás Quintero y a Guillermo Fisher, quienes habían sido profesores de muchos de nosotros; a Hernán Mendoza, que venía de Montreal de trabajar con Selye; a Luis Callejas, egresado de Bruselas; Alfredo Laverde de París y a los del grupo de Marañón que éramos los más, muchos de ellos pertenecientes a la primera generación de médicos Javerianos. Esta primera etapa fue reseñada en forma exquisita por Alonso Gutiérrez, miembro fundador, en un discurso conmemorativo. Poco después llegó Jaime Cortázar, de Boston, a enriquecer nuestras filas. Alberto Jamís en Barranquilla, Ivan Molina en Medellín y Ricardo Suárez en Cali, comenzaron a conformarle a nuestra Sociedad un carácter nacional. El año 53 marcó un hito en la historia de la Sociedad: se efectuó un curso de Endocrinología promovido por Unidia, al cual asistieron como ponentes Henry Turner, de Oklahoma, Lawson Wilkins, de Baltimore, y Ernesto Salgado, en ese entonces discípulo amado de Selye; este cursillo le dio más ubicación a la ya coherente Sociedad, le abrió perspectivas internacionales y en gran parte le modificó sus derroteros. Para entonces ya habían entrado a la Sociedad Efraím Otero, Bernardo Reyes y Julio Gómez; se había ampliado su ingreso a médicos no Endocrinólogos y gracias a eso cuenta en su nómina a Mario Sánchez Medina, a César Mendoza, a Mario Gaitán Yanguas y a Guillermo López Escobar. Esta fue la infraestructura de la Sociedad; de allí en adelante las cosas fueron más fáciles. Se fundó la Revista, que ha persistido contra viento y marea, y muchos de nosotros hemos sido sus directores; a esta actividad la han caracterizado la buena voluntad, la tenacidad y la escasez de dinero. Varios artículos han sido reproducidos en revistas extranjeras y en el Libro del Año; es la más antigua y regular Revista en su género en Latinoamérica. La consecuencia inmediata y efectiva de la Sociedad tuvo su fruto en la individualización o lo que pudiéramos llamar “servicios” de Endocrinología que en forma concreta e independiente comenzaron a funcionar en los principales Hospitales del país. El primero de ellos fue el que se fundó en el Hospital de San José en 1950. Al poco tiempo comenzó a funcionar el del Instituto Nacional de Cancerología que fue el pionero en el uso de los Isótopos Radioactivos; el de San Juan de Dios y el de San Ignacio. Es necesario agregar a esta lista la Asociación Colombiana de Diabetes que es una prima hermana de nuestra Sociedad y a quien de paso debemos una hospitalidad afectuosa, permanente y gratuita. En el Hospital San Vicente de Medellín y en el Departamental de Cali se formaron núcleos fuertes y homogéneos que trabajan en el seno de la Universidad. Todos estos centros cuentan ya con un buen número de profesionales entrenados en la práctica de la Endocrinología y que son parte del aporte que la Sociedad ha dado a la Medicina Colombiana. Y para terminar esta larga carta, quiero hacer memoria de quienes fueron nuestros compañeros y pagaron su tributo a la vida; todos a su manera trabajaron por la idea; especialmente la gestión de Hernán Mendoza se destacó por la eficacia, resultado de su fuerte personalidad.
_______________________ Referencias 1. Tomado de la Revista de la Sociedad Colombiana Endocrinología Vol. X No. 1 – Diciembre 1974. Pág. 5 y 6 |