Resumen
La osteoporosis secundaria es la disminución de la densidad mineral
ósea y la alteración en la microarquitectura del
tejido óseo, que conlleva un aumento en el riesgo de fracturas,
y que es debida a factores diferentes a la edad y la postmenopausia.
Los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal tienen una
compleja interacción de factores que propicia la aparición de
osteoporosis. La identificación correcta de los mecanismos
desencadenantes ha sido un reto, teniendo en cuenta
la diversidad de medicamentos, condiciones y enfermedades
que convergen en el paciente con una enfermedad inflamatoria
intestinal. Entender los factores de riesgo y la importancia
de mecanismos fisiopatológicos puede permitir un mejor enfoque
preventivo y terapéutico.
Se presenta el caso de una mujer de 59 años con colitis ulcerativa
desde los 18 años, manejada con múltiples cursos de
esteroides, con signos clínicos y paraclínicos de malnutrición.
La paciente asiste por dolor lumbar, lo que lleva al diagnóstico
de fracturas vertebrales. Se describen múltiples mecanismos
causales de osteoporosis en la paciente, incluida falla ovárica
prematura, deficiencia de vitamina D, desnutrición y uso de
esteroides.
Esta revisión se centra en la fisiopatología de la osteoporosis
secundaria a enfermedad inflamatoria intestinal y su
abordaje diagnóstico y terapéutico en el contexto de un caso
ilustrativo.
Palabras clave: osteoporosis,
enfermedad inflamatoria
intestinal (EII), enfermedad de Crohn, colitis ulcerativa,
absorciometría de rayos X de energía dual (DXA).
Abstract
Secondary osteoporosis consists in
the decreased bone mineral density and the alteration of the bone
microarchitecture,
due to factors other than age and post menopause. These changes lead to
an increase in the risk of fragility and subsequent
bone fractures. Patients with inflammatory bowel disease have
a complex interaction of factors that favor the development of
osteoporosis. The identification of the mechanisms triggering
osteoporosis in these patients has been a challenge, considering
the variety of drugs, conditions and illnesses that merge in the
patient with an intestinal inflammatory disease. Understanding
risk factors and the importance of physiopathological mechanisms can
allow a better preventive and therapeutic approach.
The case of a woman of 59 Years with Ulcerative Colitis since
age 18, is presented. The patient was managed with multiple steroid
courses, with clinical and paraclinical signs of malnutrition.
The patient presented with lumbar pain, which lead to the diagnosis of
vertebral fractures. Multiple causal mechanisms of osteoporosis are
described in the patient, including premature ovarian
failure, vitamin D deficiency, malnutrition and steroid use.
This review focuses on the pathophysiology of osteoporosis
secondary to inflammatory bowel disease and its diagnostic and
therapeutic approach in the context of an illustrative case.
Introducción
La inflamación es un evento fisiopatológico con repercusiones en todos
los órganos y sistemas. El impacto de las enfermedades inflamatorias
sistémicas en el metabolismo óseo está
ampliamente documentado. Las enfermedades inflamatorias
intestinales (EII) corresponden a un espectro clínico caracterizado por
inflamación crónica, malabsorción y malnutrición
que afecta extensamente la salud de quienes lo padecen. Tanto
los eventos que ocurren en esta enfermedad como su tratamiento (que con
frecuencia requiere glucocorticoides) impacta de forma significativa la
salud ósea(1).
El objetivo de este artículo es revisar el impacto, los mecanismos y
posibles implicaciones terapéuticas de la osteoporosis en la EII, a
través de un caso ilustrativo.
Caso Clínico
Presentamos el caso de una mujer de 59 años con antecedentes de colitis
ulcerativa diagnosticada desde los 18 años, manejada con mesalazina y
ciclos intermitentes de glucocorticoides, insuficiencia ovárica
prematura a los 34 años, sin terapia de
reemplazo hormonal y tromboembolismo pulmonar diagnosticado hace seis
meses en anticoagulación con heparina de bajo
peso molecular, quien ingresa por cuadro clínico de dos meses
de evolución de dolor lumbar intensidad 10/10, asociado con
deposiciones diarreicas aproximadamente 20 al día.
A la revisión por sistemas, pérdida de altura de 4 cm a lo
largo de la vida. Al examen físico de ingreso, bajo índice de
masa corporal (IMC 17,3 Kg/m
2
), dolor a la palpación y percusión vertebral y paravertebral, sin
cifoescoliosis evidente, sin
otros hallazgos de importancia.
En los paraclínicos iniciales se evidencian fracturas vertebrales por
insuficiencia en L2, L4 y L5, en radiografía simple
de columna (
figura 1), que se
caracterizaron con resonancia
magnética (
figura 2). En el
estudio de osteoporosis secundaria, se descarta hiperparatiroidismo,
alteración del perfil tiroideo, hepático y renal. No se evidencia pico
monoclonal en
la electroforesis de proteínas. Se encuentra hipoalbuminemia
y perfil fosfocálcico con déficit de vitamina D (
tabla). Por lo
que se considera osteoporosis secundaria a enfermedad inflamatoria
intestinal. Se inicia manejo interdisciplinario con
nutrición, terapia física, clínica del dolor y gastroenterología.
Se inicia acompañamiento nutricional y rehabilitación física,
suplencia de calcio y vitamina D y teriparatida, con mejoría de
la sintomatología.
Dimensión del problema
Refiriéndose a EII usualmente hablamos del espectro comprendido entre
enfermedad de Crohn y colitis ulcerativa. La
incidencia global en países desarrollados oscila entre 7 y 20
casos por 100.000 habitantes por año, con una prevalencia
entre 100 y 200 casos por 100.000 habitantes(2). Las últimas
guías colombianas de la Asociación Colombiana de Gastroenterología, no
presentan epidemiología local por la falta de datos que permitan
calcular de forma confiable la epidemiología
de EII(2). De una forma más general, el Instituto de Métricas
de Salud (IHME), que compila fuentes abiertas a nivel mundial para el
cálculo de carga global de la enfermedad, estima
una prevalencia general de EII de 27,78 casos por 100.000
habitantes, cifra algo menor que los 31,73 casos por 100.000
habitantes para la región de Latinoamérica y el Caribe, considerados
por este mismo órgano(3). De forma similar, en 2018
una revisión sistemática desarrollada en conjunto con el grupo Cochrane
para Argentina evaluó la epidemiología de la EII
en Latinoamérica y en ella se obtuvo un rango de incidencia entre 0,74
y 6,75 por 100.000 personas año y una prevalencia
que oscila entre 0,99 y 44.,3 por 100.000 habitantes para colitis
ulcerativa y entre 0,23 a 0,40 por 100.000 para enfermedad
de Crohn, anotando una marcada variabilidad y pobre calidad
de los datos encontrados(4).
La osteoporosis es una complicación reconocida en la
epidemiología de las EII. Aunque la evidencia al respecto es
dispersa y en su mayoría basada en estudios transversales,
estudios de comienzos de la década pasada sugieren una prevalencia de
osteoporosis por DXA de 18% a 42%, siendo aparentemente más común en la
enfermedad de Crohn que en la
colitis ulcerativa(5,6). En 2018, Szafors P. et al. realizaron una
revisión sistemática con metanalisis para evaluar el riesgo de
fracturas y baja densidad mineral ósea en pacientes con EII.
En este estudio, los autores encontraron un aumento significativo del
riesgo global de fracturas (RR 1,38 IC95% 1,11-1,73)
aunque la heterogeneidad de los estudios incluidos limita la
interpretación de estos resultados. Respecto a la localización
de las fracturas, el sitio más asociado a fracturas en pacientes
con EII ha sido la columna lumbar, con un OR para fracturas
vertebrales de 2,26 (IC95% 1,04-4,90), mientras que el riesgo
de fracturas extravertebrales no ha sido significativo en la mayoría de
series(7).
Figura 1. Fractura bicóncava de vértebra L2 con pérdida
de aproximadamente 20% de la altura del cuerpo vertebral. Fractura por
acuñamiento anterior de vértebras L3,
L4 y L5 con pérdida de aproximadamente 10%, 30% y
25% de la altura de los cuerpos vertebrales, respectivamente. Cambios
espondilóticos multinivel con formación
de osteofitos marginales laterales en la columna lumbar.
Cambios por artrosis facetaria y signos de osteocondritis
multinivel más prominente en L2-L3. Anterolistesis de
L5/S1 grado I por espondilólisis.
Figura 2. Las secuencias T1 y T2 configuración bicóncava de los
cuerpos vertebrales con pérdida de altura e hipointensidad de la médula
ósea por fracturas antiguas de cuerpos vertebrales de L4 y L5.
Osteocondrosis desde L2-L4 hasta
L5-S1 con deshidratación de discos intervertebrales y pérdida de su
altura. Fractura antigua de cuerpo vertebral T11 con
depresión de platillo vertebral superior, discreto acuñamiento anterior
y nódulo Schmorl. La secuencia STIR sugiere que
las fracturas son antiguas, aunque hay discreta hiperintensidad en L4
que podría corresponder a edema óseo.
Tabla 1. Resultados de laboratorio
Pese a la falta de evidencia de riesgo de fracturas fuera de
la columna, las medidas densitométricas son significativamente peores
en EII, tanto en columna lumbar como en cuello femoral y fémur total,
con una diferencia de medias de densidad
mineral ósea de -0,06 g/cm
2
, -0,08 g/cm
2 y 0,06 g/cm
2 y un
puntaje Z de -0,52, -1,01 y -0,45, respectivamente(7). Si bien se
desearía contar con cohortes prospectivas más recientes (especialmente
en la era de los anti-TNF), se puede aceptar que
el riesgo de osteoporosis en esta población está aumentado.
Entre los factores de riesgo reconocidos están: la carga inflamatoria,
el uso de glucocorticoides, la deficiencia de vitamina D, el consumo de
tabaco y la desnutrición(8). Adicionalmente, algunos pacientes con
enfermedad de Crohn pueden tener
baja densidad mineral ósea desde el momento del diagnóstico,
e incluso se ha reportado la osteoporosis como manifestación inicial de
esta patología, lo que refuerza el rol de la inflamación
como factor de riesgo esencial para su desarrollo(9).
Fisiopatología
El tracto gastrointestinal es un sistema que, más allá de
la absorción de nutrientes, funciona como una barrera inmune sólida que
protege contra patógenos del ambiente y
de la flora normal. De esta forma, cuando la homeostasis de
la barrera inmune gastrointestinal se altera, pueden resultar
patologías sistémicas diversas que van desde la sepsis hasta
trastornos funcionales, inmunes o metabólicos. Las EII son
la manifestación final de un proceso autoinmune sistémico,
que se manifiesta como episodios recurrentes de inflamación intestinal
con diferentes grados de severidad y compromiso preferente de algunas
zonas del tracto gastrointestinal(10). En la enfermedad de Crohn, la
inflamación afecta la
totalidad de la pared intestinal y puede encontrarse en cualquier
segmento del tubo digestivo. Por otro lado, la colitis
ulcerativa afecta las capas más superficiales del colon(9,11).
La respuesta más característica de la enfermedad de Crohn
consiste en la activación inflamatoria Th1, mientras en la
colitis ulcerativa se reconoce un mayor rol de los linfocitos
Th2. En ambas enfermedades, la activación de células Th17
reguladoras se reconoce como un componente indispensable para la
perpetuación de la inflamación. De forma similar,
la secreción de TNF-α es un factor común a ambas entidades,
lo que ha sido corroborado con el éxito de terapias dirigidas
a esta citoquina(10).
Si bien, tanto la colitis ulcerativa como la enfermedad de
Crohn se asocian a osteoporosis, la enfermedad de Crohn suele tener un
componente inflamatorio sistémico mayor, que se
asocia con peor arquitectura ósea (1,11).
Estudios de arquitectura y geometría ósea han sido desarrollados con
tomografía computarizada cuantitativa periférica (pQCT). En estos
modelos, la enfermedad de Crohn
ha mostrado disminución significativa de volumen de hueso
trabecular y expansión de la superficie endocortical. De forma similar,
la circunferencia periostial suele estar disminuida.
Estos cambios sugieren tanto aumento de la resorción como
disminución de la formación ósea(11).
Los mecanismos propuestos sugieren que la inflamación
crónica a nivel intestinal se asocia a producción de citoquinas
proinflamatorias por parte de linfocitos T. Dentro de estas, el
TNF-α es conocido por su capacidad de activar la vía del
RANKRANK-ligando (RANKL), siendo el receptor RANK un miembro
de la superfamilia de receptores de TNF. El resultado de esta
interacción resulta en la diferenciación de los precursores de
osteoclastos. Este aumento de la actividad del RANK resulta
en una disminución relativa de osteoprotegerina (OPG), lo que
resulta en un aumento de la resorción(12). De forma paralela, el
TNF-α se asocia a producción de esclerostina con disminución
de la formación ósea, lo que inclina aún más la balanza hacia
la resorción(1).
El uso de corticoesteroides es uno de los factores que
más impacto tiene en la osteoporosis de la EII. Se estima que
aproximadamente el 50% de los pacientes diagnosticados
con EII son expuestos a glucocorticoides sistémicos dentro de
los primeros cinco años de su enfermedad, y al menos 20%
han usado más de 3 g acumulados en un año. El mecanismo
de la osteoporosis y el uso de glucocorticoides ocurre a varios
niveles. Mientras las dosis acumuladas tienen un mayor
impacto en el desarrollo de arquitectura defectuosa, las dosis altas
tienen acción directa en la función del osteoblasto y
osteocito, promoviendo el desarrollo de fracturas, aunque la
masa ósea no esté disminuida(13). Modelos murinos han demostrado que
los glucocorticoides impiden la diferenciación
de células madre mesenquimales hacia nuevos osteoblastos,
y reducen el tiempo de vida de osteoblastos y osteocitos por
inducción de apoptosis(8). Los efectos en diferenciación parecen ser
mediados por inhibición de la vía de Wnt, lo que se
traduce en menor formación de osteoide, menor cantidad de
osteoblastos y una prolongación de la fase de reversa del ciclo
de remodelación(13). Por otro lado, se ha propuesto que el uso
crónico de corticoesteroides aumenta la expresión de RANKL
y disminuye la expresión de osteoprotegerina en células estromales y
osteoblásticas. Este desequilibrio promueve la diferenciación de
células madre hematopoyéticas a osteoclastos
y subsecuente resorción ósea, mientras se inhibe la síntesis
de nueva matriz ósea. Eventualmente, predomina el efecto sobre la
osteoblastogénesis, lo que hace que la disminución en
la síntesis ósea sea más importante que el efecto en la resorción, lo
que resulta en una osteoporosis de bajo recambio(8). Es
posible que el efecto de los glucocorticoides en las hormonas
sexuales también juegue un papel importante, dado su efecto
negativo en la producción de esteroides gonadales, con efectos
similares como los que se producen en la menopausia donde
hay osteoporosis por deficiencia de estrógenos(8). Como efecto
adicional, los glucocorticoides reducen la absorción intestinal
de calcio y aumentan la excreción renal del mismo(14).
También se ha propuesto la malabsorción intestinal como
paso esencial en la fisiopatología de la osteoporosis de la EII.
Los argumentos incluyen la reducida absorción de vitamina D
y calcio, por inflamación en intestino delgado, y disminución
de reabsorción de ácidos biliares (y en consecuencia de vitamina D) por
inflamación en el íleon terminal. La deficiencia de
vitamina D es un factor predisponente de osteoporosis por su
efecto en la absorción de calcio, y acción directa sobre osteoblastos.
Cuando la vitamina D está baja, se estimulan mecanismos compensatorios
para mantener la calcemia. Uno de estos
mecanismos es el aumento de hormona paratiroidea, que tiene acción
directa en su receptor en el osteoblasto y resulta en
una expresión aumentada de RANKL, lo que a su vez estimula
la diferenciación de osteoclastos y promueve resorción ósea
por los mecanismos ya descritos(8).
Un factor de interés para la osteoporosis en la EII es la
sarcopenia. Recientemente se ha descrito cómo la baja masa
muscular es una condición prevalente en los pacientes con EII y esta
suele asociarse a mayor severidad de terapia de rescate
para EII(15). Como es de esperarse, la sarcopenia parece ser un
factor predictivo para baja masa ósea(16,17).
Se ha demostrado que la disminución en la masa y fuerza
muscular secundaria a factores nutricionales, sedentarismo y
uso crónico de corticoides puede conllevar una disminución
en la masa ósea por una reducción en las cargas mecánicas sobre el
esqueleto(8). Por lo tanto, la composición ósea parece ser
más relevante que el índice de masa corporal en el metabolismo óseo de
los pacientes con EII.
Si bien la desnutrición y el bajo índice de masa corporal
actúan en detrimento de la salud ósea, la obesidad en EII puede ser
igualmente problemática. La ganancia de peso hacia el
sobrepeso y obesidad en pacientes con EII se asocia con ganancia de
índices de grasa visceral y pérdida de masa muscular, con mayores tasas
de sarcopenia. Esta miopenia puede
perpetuar el ciclo antes descrito de sarcopenia/osteopenia en
el paciente con EII(18).
Si bien el tabaquismo no es un factor intrínseco de las EII,
es importante mencionarlo, puesto que algunos estudios sugieren una
mayor prevalencia, particularmente en pacientes
con colitis ulcerativa. En esta patología, el consumo de cigarrillo se
ha asociado consistentemente a reducción de frecuencia
y severidad de las crisis, así como un menor uso de esteroides;
mientras que el cese de tabaco puede empeorar el curso
clínico(19,20). En enfermedad de Crohn el tabaquismo tiene el
efecto contrario y no parece haber más riesgo de fumar que
con la población general(19). Si bien el cigarrillo reduce el uso
de esteroides en colitis ulcerativa su efecto neto promueve la
pérdida ósea.
Enfoque preventivo
En enfermedad inflamatoria intestinal se deben tamizar los
pacientes con alto riesgo de osteoporosis. Algunas sociedades
científicas han publicado recomendaciones acerca de la tamización y
tratamiento de osteoporosis en enfermedad inflamatoria
intestinal. Los últimos consensos de la Asociación Americana
de Gastroenterología (AGA) y Sociedad Británica de Gastroenterología se
publicaron en 2003 y 2007, respectivamente. Ambas
guías concuerdan en tamizar con DXA a los pacientes de alto
riesgo, pero no de rutina en todos los pacientes con EII. Entre
los factores de alto riesgo en que justificarían el tamizaje con
DXA se aceptan: fractura por fragilidad previa independiente de
la edad, postmenopausia, hombres mayores de 50 años, uso de
corticoides durante más de tres meses, hipogonadismo.
Las guías clínicas de la ACG del 2017 recomiendan con un
bajo nivel de evidencia que los pacientes con factores de riesgo
convencionales para alteración en la densidad mineral ósea
con EII deben ser tamizados en el momento del diagnóstico y
periódicamente. Si la DXA inicial es normal, la AGA recomienda
repetirla cada 2 a 3 años(21).
Por otro lado, otros factores como consumo de alcohol, tabaquismo, bajo
peso, sedentarismo también deben ser considerados(6,22). Finalmente,
como se dijo antes, la enfermedad de
Crohn tiene una carga inflamatoria más alta y puede presentar
osteoporosis desde su diagnóstico; por tanto, debe haber un
umbral más bajo para ordenar densitometría.
Implicaciones terapéuticas
El tratamiento de la EII ha cambiado dramáticamente en la
era de los medicamentos anti TNF. Desde el punto de vista teórico se
presume que la inhibición de TNF-α tendría un efecto
benéfico en el metabolismo óseo, sin embargo, los resultados
que respaldan esta idea son variados. Algunos estudios han
mostrado que el tratamiento con infliximab se asocia con efectos
benéficos en el metabolismo óseo, con mejoría de la viabilidad de
osteoblastos, con mejoría de niveles de osteoformación
(como osteocalcina, fosfatasa alcalina) y disminución de niveles de
resorción (como β-Cross Laps)(8,23). Estudios retrospectivos han
mostrado mejoría de densidad y contenido mineral
óseo. Sin embargo, no hay estudios prospectivos evaluando
desenlaces clínicos de la terapia biológica en la osteoporosis
del paciente con EII.
Entre las medidas no farmacológicas, las recomendaciones son las mismas
que para las mujeres con osteoporosis
postmenopáusica. En general, se recomienda una evaluación y
asesoría sobre el riesgo de caídas, ejercicio de fortalecimiento
y mejoramiento de balance, abandonar el hábito tabáquico y
reducir el consumo de alcohol. Dentro del manejo farmacológico se
recomienda la evaluación de niveles de vitamina D y
suplementación en caso de ser necesario(24).
Tanto la AGA como la sociedad británica de gastroenterología
recomiendan que los pacientes con riesgo de osteoporosis deben ser
suplementados con calcio y vitamina D, para
hombres jóvenes y mujeres premenopáusicas para alcanzar
un consumo diario de calcio elemental de 1000 mg y hombres
y mujeres mayores de 50 años de 1500 mg en la dieta o suplementos y
consumo mucho mayor de vitamina D a lo recomendado para individuos
sanos(14).
Existen múltiples medicamentos antirresortivos y anabólicos que han
demostrado ser efectivos y seguros para el
tratamiento de la osteoporosis y la prevención de fracturas;
sin embargo, no hay suficiente literatura para determinar un
tratamiento farmacológico específico para el manejo de pacientes con
EII diferente al establecido para pacientes con osteoporosis por
cualquier otra causa(25).
Los bifosfonatos son tal vez los medicamentos más ampliamente
estudiados para el tratamiento de osteoporosis. Por
lo que se ha demostrado que el ácido zoledrónico es la mejor
estrategia terapéutica para la mejoría de la densidad mineral
ósea, mientras que el risedronato tuvo la menor cantidad de
efectos adversos en un metanalisis realizado con pacientes
con enfermedad de Crohn(26). Sin embargo, hacen falta más estudios con
los diferentes grupos de medicamentos en esta población específica. En
su consenso más reciente, la Asociación
Colombiana de Gastroenterología, reconoce la importancia de la
osteopenia y osteoporosis como condiciones comórbidas de
la EII, y sugiere un manejo conjunto con endocrinología. Por
esto, esta guía recomienda considerar la suplementación de
calcio y vitamina D, con la opción de uso de bifosfonatos en
caso de diagnóstico de enfermedad metabólica ósea(2).
Si bien los bifosfonatos han sido los medicamentos más
estudiados en el manejo de la osteoporosis, el uso de otros
grupos de medicamentos, como los homólogos de hormona
paratiroidea, o los anticuerpos monoclonales contra el ligando
de RANK o contra resistina como el romozosumab, no se descartan en
pacientes con EII y alteración ósea(22).
Conclusiones
La osteoporosis es una enfermedad prevalente que generalmente tiene
causas identificables. Una etiología importante
pero no siempre investigada es la enfermedad inflamatoria
intestinal. Un espectro de enfermedades que no solo implica
una condición inflamatoria crónica, sino también un síndrome
malabsortivo con desnutrición secundaria y el uso repetido de
corticoides para su control. El adecuado conocimiento de su
fisiopatología nos permite un acertado abordaje diagnóstico
y terapéutico.
En este caso descrito podemos ver los múltiples factores
que interactúan en la EII para el desarrollo de osteoporosis y
la complejidad de su fisiopatología.
Se hace indispensable un cribado adecuado y sistemático
para osteoporosis en los pacientes con enfermedad inflamatoria
intestinal, así como un manejo oportuno de los factores
modificables que pueden estar asociados con la disminución
de la masa ósea en estos pacientes, como lo son un bajo índice
de masa corporal, aporte inadecuado de calcio y vitamina D, la
disminución en la actividad física, el hipogonadismo que puede estar
asociado y el uso crónico de glucocorticoides sistémicos, para evitar
un aumento en la morbimortalidad propio de
las fracturas por fragilidad.
En el caso descrito se requirió un manejo multidisciplinario por el
servicio de gastroenterología para control de su
enfermedad de base, nutrición y rehabilitación física para
intervención de desnutrición, bajo índice de masa corporal y
muscular, clínica del dolor y endocrinología, para suplencia de
calcio y vitamina D, así como uso de teriparatida, teniendo en
cuenta la presencia de fracturas vertebrales, con disminución
notable del dolor óseo.
Declaración de fuentes de financiación
y posibles conflictos de interés
Los autores no recibieron fondos para la realización del
presente trabajo.
Conflictos de interés
Ninguno
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