Doctor Rafael Gómez-Cuevas
Jácome A.
![](https://revistaendocrino.org/index.php/rcedm/article/download/491/644/2514)
Expresidente y
Miembro Honorario de la Asociación Colombiana de
Endocrinología, Diabetes y Metabolismo.
Miembro del Comité Editorial de la
Revista Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo.
![](https://revistaendocrino.org/index.php/rcedm/article/download/491/644/2514)
Hace pocos meses volví a saber de las actividades de Rafael GómezCuevas
(para algunos amigos “el Marqués de Cuevas”) pues le había perdido la
pista desde que se fue a vivir a su querida España. Esto ocurrió
porque nos había enviado una revisión muy detallada sobre la historia
del aceite de oliva y de su impacto en la saludable dieta mediterránea,
un
trabajo muy de su estilo que fue publicado en la revista de la ACE.
Me conmovió saber que en mayo de 2019 se nos fue, siendo octogenario.
Rafael estudió bachillerato en el Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario en Bogotá, comenzó estudios de medicina en la Universidad
Nacional, aunque los terminó en la Universidad Complutense de Madrid,
España. Entre 1959 y 1961 se entrenó en Medicina Interna y
Endocrinología en el Hospital Clínico de Madrid, cátedra del profesor
Luis Felipe
Pallardo Peinado. Veinte años más tarde regresaría becado por el
Ministerio Español de Asuntos Exteriores para realizar un entrenamiento
en
Obesidad y Diabetes, en el Hospital Clínico de San Carlos, en Madrid.
En España conoció a Ketty, española con quien tuvo varios hijos. En
su segundo matrimonio con una dama colombiana tuvo otro descendiente.
Entiendo que en sus últimos años vivía en la península ibérica.
En Bogotá fue Jefe de Endocrinología del Hospital de la Samaritana
–entidad que le dio el título de profesor emérito- y actuaba como
profesor auxiliar de la Universidad Javeriana cuando lo conocí. Tenía
muchos
amigos, pero desde la Samaritana lo fue especialmente con Roberto De
Zubiría Consuegra, compañero de andanzas bohemias con quien compartía
su gusto por la estética, el humanismo y la bonhomía, amén del
amor por la medicina y el estudio de la ciencia.
Tenía aspecto de prócer, o más bien de catedrático español de antiguas
épocas, con su barba bien cuidada y abundante cabellera, ya blanca
con el pasar de los años. Aunque daba la impresión de no tomar la vida
muy en serio, era un trabajador incansable. Realizó numerosas
actividades como conferencista, autor de libros, organizador de
congresos,
fundador y directivo de sociedades científicas en el campo de su
especialidad. Apoyaba decididamente la integración hispanoamericana,
tanto
que de las 26 sociedades científicas a las que perteneció, la mayoría
eran
de la región latinoamericana o de la Madre Patria. Sus dos
condecoraciones las obtuvo en España y en Venezuela. Fue también
miembro de la
Sociedad Hispanoamericana de Letras.
Me sucedió en la presidencia de la Sociedad Colombiana de
Endocrinología y en la dirección de la revista, que bajo un nuevo
nombre actualmente publica la ACE. Las reuniones durante su presidencia
las hacía
en la “Casa España”, de Teusaquillo, famosa por su comida ibérica y por
sus estupendos vinos de la Rioja y de la Rivera del Duero. Le gustaba
la
cerveza, no pedía una sino dos, una fría y otra “al clima” y las
mezclaba
antes de ingerirlas. Era experto en preparar refajos.
Compartimos muchos años en la industria farmacéutica como
directores médicos, él estuvo todo el tiempo en la firma Boehringer
Mannheim que tenía productos endocrinológicos y reactivos de
laboratorio. Ese cargo le sirvió para ayudar a las sociedades
científicas, organizar numerosos cursos, congresos y patrocinar o
escribir libros. Creó
incluso la Asociación de Directores Médicos de la Industria
Farmacéutica
(ADMIF), de la cual fue el primer y único presidente. De la fundación
de
Obituario
Doctor Rafael Gómez-Cuevas
dicha asociación recuerdo un almuerzo en un club social de Bogotá, que
en medio de copas y jolgorio se prolongó hasta horas de la noche, pues
había un piano y Jorge Guzmán Toledo (“Boliche”), otro extraordinario
ser humano y a la sazón el director médico de Bayer, era aficionado a
tocar este instrumento y nos deleitó con su música. La Asociación se
acabó rápidamente porque los gerentes (o sea, nuestros jefes)
consideraron
que les estábamos montando un sindicato.
Ayudó a fortalecer la Asociación Colombiana de Medicina Interna
en el llamado “Gran Congreso” que dirigió Hernando Sarasti, y luego
Fernando Chalem. De él recuerdo siete simposios que realizaba
anualmente
en el antiguo Hotel Hilton de Bogotá, que patrocinaba su empresa
farmacéutica interesada en los “Factores de Riesgo Coronario”. Por
supuesto
que asistíamos los especialistas y también los médicos generales, pero
en particular el recinto se llenaba con un número impresionante de
dietistas y nutricionistas.
Su interés académico primordial se centró en la diabetes, pero más
específicamente en la obesidad. Su actividad más intensa en relación
con
esta patología la desarrolló en el tercer milenio. Fue fundador y
presidente honorario de la Asociación Colombiana de Obesidad y
Metabolismo (ASCOM), delegado por Colombia a la IASO (International Association for the Study of Obesity), en la cual fue vicepresidente y miembro
de su Education & Management Obesity Task Force,
director ejecutivo
del programa COBELAT (Certificación Obesidad en América Latina) y
coordinador del proyecto SCOPE/COBELAT para Latinoamérica, coordinador
del Comité de Ética de la FLASO, coordinador del Grupo de Investigación
Nuevamérica, presidente de la Federación Latinoamericana de
Sociedades de Obesidad (FLASO) y presidente honorario de la Sociedad
Bolivariana de Endocrinología, vicepresidente de la Sociedad
Latinoamericana de Ateroesclerosis (SOLAT) y presidente de la Sociedad
Hispanoamericana de Nutrición, Capítulo Colombia.
Como estupendo conferencista que era, le gustaba disertar sobre el
impacto de la obesidad (o la presencia de síndromes endocrinos) en la
literatura y el arte, o hacer una “ronda endocrinológica por el Museo
del
Prado”. Alguna vez me tocó servir de comentarista en una de estas
conferencias en la Academia Nacional de Medicina, y para ello me basé
en
mi lectura del libro Search the Scriptures: Modern Medicine and Biblical
Personages, del profesor canadiense de ginecología endocrina del Medical College of Georgia (USA) Robert B. Greenblatt, que describía los casos
endocrinos que según él aparecían en el libro sagrado.
Entre sus libros podemos citar, Obesidad,
una autopista hacia el
infarto, Dulce diabetes sin amargo destino, Obesidad a la carta y
Trastornos de la conducta alimentaria y sus pequeñas perversiones. Fue editor
de un libro de la ACE titulado Monografía sobre diabetes, que tuvo amplia difusión. Pero por su interés polifacético y romántico, también escribió libros de poesía como La deseada orilla del amor, novelas como
Eterno camino hacia un destino o Dados sobre la piel de toro (esta última
novela es histórica, transcurre durante la Guerra Civil Española), monografías como La endocrinología de Venus y cuentos como Mujer de
Arena y Adipocuentos.
Gómez-Cuevas era estudioso del adipocito, pero le disgustaba que lo
tuvieran como negocio. Muchas veces criticó algunos de estos centros, a
los que llamaba antros. Me imagino que llegó a conocer que la industria
de los alimentos y de las dietas es un multimillonario negocio en los Estados Unidos y en el mundo.
Descanse en paz, señor Marqués