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Médico Internista Endocrinólogo, Miembro Honorario de la
Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo.
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Médico Internista Endocrinólogo, Miembro Honorario de la
Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo.
Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina y de la
Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina. Editor Emérito,
Revista Medicina
Fecha
de recepción: 17/02/2017
Fecha de
aceptación: 27/08/2018
Resumen
La apoplejía hipofisaria (o pituitaria) se caracteriza por
necrosis isquémica o hemorragia en el interior de un tumor
hipofisario. Aunque puede presentarse espontáneamente en
adenomas preexistentes, hay factores precipitantes como la
hipertensión, embarazo, bromocriptina, pruebas dinámicas endocrinas
realizadas preoperatoriamente, radioterapia sobre la
hipófisis o cirugía cardíaca. La apoplejía hipofisaria clásica es
una emergencia médica, y se debe administrar hidrocortisona
rápidamente para salvar la vida del paciente. Cursa con cefalea
súbita, vómito, irritación meníngea, cambios en la agudeza visual y a
veces nivel de conciencia reducido. Pueden verse o no
signos neurológicos, en el primer caso con compromiso de los
pares craneanos segundo, tercero, cuarto y sexto. Las pruebas
imagenológicas, en especial la resonancia magnética, son
indispensables. Se debate si el tratamiento debe ser quirúrgico o
conservador, dependiendo de la progresión y agresividad de los
síntomas. El tratamiento quirúrgico consiste en la descompresión selar
transesfenoidal inmediata y terapia de reemplazo con
dosis elevadas de corticoides. Sin embargo, se discute si el manejo
conservador de observación es una alternativa adecuada
cuando mejoran o desaparecen los síntomas y hay estabilidad
Palabras clave: endocrino,
manejo, adenoma hipofisario,
apoplejía hipofisaria.
Abstract
Pituitary
apoplexy is characterized by ischemic infarction or
hemorrhage into an adenoma. Although, it occurs spontaneously
in pre-existing pituitary adenomas in most cases; hypertension,
pregnancy, bromocriptine, hypothalamic releasing hormones
for preoperative testing, pituitary irradiation and heart surgery
have been identified as precipitating factors. Classical pituitary
apoplexy is a medical emergency and rapid replacement with
hydrocortisone maybe life-saving. Patients develop sudden headache,
vomiting, meningeal signs, visual impairment, and may be
a decrease in the level of consciousness. Neurological symptoms
may or not be present, the latter involving the second, third, fourth
and sixth cranial nerves. It is necessary to perform a brain MRI
for diagnosis. Whether to treat surgically or conservatively is a
matter of discussion, but most are inclined for the first approach.
It all depends on the progression and aggressiveness of symptoms,
and if so happens, surgical treatment consists in emergency sellar
decompression by transsphenoidal surgery and replacement
therapy with steroids. Conservative management and careful
monitoring for recurrence of tumor growth, plus treatment of endocrine
dysfunction are an adequate alternative when symptoms
ameliorate and remain stable or disappear thereafter.
Key
words: endocrine, management, pituitary adenoma,
pituitary apoplexy.
Introducción
La apoplejía hipofisaria o pituitaria (AP) es un síndrome poco
frecuente que se caracteriza por necrosis isquémica o hemorragia en el
interior de un tumor de esta glándula. Aunque puede
presentarse espontáneamente en adenomas preexistentes, hay
factores precipitantes. Imágenes de rutina o piezas anatomopatológicas
pueden detectar casos asintomáticos, más frecuentes. El aumento abrupto
del volumen tisular intraselar produce
cefalea intensa de comienzo súbito, comúnmente asociada con
trastornos de la visión y parálisis de los nervios extraoculares,
alteración del estado de conciencia y deficiencias hormonales,
como la de la corticotropina (ACTH). La AP puede ser la primera
manifestación de un adenoma del lóbulo anterior, pero también
puede presentarse durante el seguimiento del paciente (1).
Historia
En 1950, Brougham, Heusner y Adams hicieron una completa descripción
sobre 5 pacientes que tenían un cuadro neurológico que se denominó
apoplejía hipofisaria o apoplejía pituitaria;
dicha patología se debía a una hemorragia aguda o a un infarto
de la hipófisis, generalmente producido al interior de un adenoma del
lóbulo anterior. Dos casos adicionales parecidos no se
incluyeron, ya que no tenían documentación suficiente. Sugirieron que
la fisiopatología consistía en que el flujo sanguíneo era
deficiente en relación con el tamaño del tumor (2). Sin embargo,
fue Pearce Bailey (
figura 1)
quien describió en 1898 los datos
clínicos y de autopsia del primer caso de un acromegálico con
un adenoma hipofisario intraselar que sangró, una complicación nueva y
rara (3). El paciente presentó un dolor de cabeza súbito, vómito, fiebre, pérdida de la visión y parálisis ocular. Antes
de la publicación de Brougham se publicaron varios informes de
casos, como el de Leopold Bleibtreu, un fisiólogo de Bonn, quien
en 1905 describió la autopsia de un acromegálico de 29 años en
la que encontró que la hipófisis había sido reemplazada por una
masa de color naranja, con material amorfo, que se trataba de
una antigua hemorragia. Infortunadamente, no se dieron datos
clínicos. Según Pearce (4), se informaron en la primera mitad del
siglo XX 4 casos más, en 2 acromegálicos y en otros 2 con adenomas
cromófobos grandes que sangraron dentro del tumor;
todos murieron, uno de ellos súbitamente.
Figura 1. Fotografía de Pearce Bailey (1865-1922).
Tomada de: Wikimedia Commons
Metodología
Con el fin de actualizar el tema, se buscaron artículos
publicados en inglés en las bases de datos PubMed y LILACS
en los últimos 10 años (2010-2019); se usaron los términos
MeSH:
disease management; endocrine
system; pituitary apoplexy; pituitary neoplasms, usando como
palabras clave:
endocrine AND
management AND pituitary adenoma AND pituitary
apoplexy. Según el criterio del autor, se revisaron artículos
seleccionados y se adicionaron algunos otros, tomados de material
actualizado como revisiones y metaanálisis (5-13) y guías
sobre el tema (14, 15). Sobre esta base se elaboró la revisión que
se presenta a continuación.
Datos epidemiológicos
La AP es un síndrome infrecuente. Su prevalencia, de acuerdo con datos
recientes, es de 6,2 casos por 100 000 habitantes y
su incidencia es de 0,17 episodios por 100 000 por año (1, 5, 6). Se
ha calculado que entre el 2% y 12% de los portadores de todos
los tipos de adenomas hipofisarios presenta una apoplejía en el
curso de la evolución; de cada 4 pacientes, 3 desconocían que
eran portadores de un adenoma en el momento de la AP (14, 15).
Esta enfermedad endocrina se presenta más frecuentemente entre la
quinta y sexta década de vida, con una mínima
frecuencia mayor en hombres que en mujeres (4). La AP subclínica o
asintomática es mucho más frecuente que la aguda,
ya que hasta el 25% de todos los tumores hipofisarios presentan durante
su evolución hemorragias y áreas necróticas
(5, 6) detectables por imágenes radiológicas o por autopsia. En
la
tabla 1 se ven los
hallazgos en 8 series con más de 10 casos, las más citadas (5, 11,
16-23).
Jho y colaboradores analizaron los patrones de presentación,
imagenología, tratamiento y resultados de 109 pacientes
vistos consecutivamente en una sola institución entre 1992
y 2012. Desarrollaron un completo sistema de clasificación
para analizar el resultado final. La mayoría de los enfermos
presentaba una AP clásica (97%), se evaluaron con resonancia
magnética (RNM) (99%), fueron operados inicialmente con cirugía
transesfenoidal (93%) y la patología fue compatible con
adenoma (90%). Los pacientes se clasificaron en 5 grados, con
base en la presentación clínica, volumen tumoral, compromiso
del seno cavernoso, extensión supraselar y necesidad de terapia de
suplencia endocrina. Esta última se requirió a largo
plazo en 62%-68% de los casos con puntaje alto y entre 0% y
23% en los pacientes con puntaje bajo. Los del primer grupo
debieron ser intervenidos más tempranamente, y los resultados fueron
buenos en la enorme mayoría, con mejoría o desaparición de los síntomas
visuales y oculomotores entre 92% y
100% de los casos tratados (29).
Tabla 1. Algunas series con más de 10 pacientes con AP (5)
AG: anestesia general; AHNF: adenoma hipofisiario no funcionante;
AO: anticonceptivos orales; ASA: aspirina; BCR: bromocriptina; DM:
diabetes mellitus; HTA: hipertensión arterial; IRC: insuficiencia renal
crónica; ND: no disponible; PPP: período posparto; RxA: terapia
anticoagulante; RxH: radioterapia hipofisiaria; SxM: cirugía
mayor; TCE: trauma craneoencefálico. Adaptado de: Glezer A et al. Arch
Endocrinol Metab. 2015;59(3):259-64.
En un análisis de 55 pacientes, Bujawansa y colaboradores
(28) observaron que los pacientes que no tienen déficits visuales o
estos están estables pueden ser manejados de manera
conservadora. Al utilizar la gradación del pituitary apoplexy
score (PAS) recomendado en las guías del Reino Unido, aquellos con 4 o
más déficits requirieron cirugía de urgencia.
La gran mayoría de los artículos sobre AP corresponde a
informes de casuística clínica, casos que muy rara vez se presentan
(30): durante la gestación (16-18, 26), en adolescentes (19), en
microadenomas (20, 21) y en casos sin adenoma, tales como la
hipofisitis autoinmune (22, 23), metástasis hipofisarias (31, 32),
craniofaringioma, quiste de la bolsa de Ratke y tuberculoma selar (5).
Causas predisponentes y precipitantes
Entre el 10% y el 40% de los casos es posible identificar
causas precipitantes (33-54). La hipertensión es el factor más
común (5-7, 34-36). Las cirugías cardiacas (especialmente los
puentes aortocoronarios) y las ortopédicas mayores se complican más
frecuentemente con la AP aguda que las cirugías
gastrointestinales, pulmonares y tiroideas (5, 6). La hipotensión
intra o posoperatoria, la anticoagulación, el microembolismo y
el trauma craneoencefálico han sido invocados como mecanismos
patogenéticos. Las cirugías cardíacas son las más propensas a presentar
variaciones de la presión arterial durante la
cirugía o en el posoperatorio, con la posibilidad de presentar más
frecuentemente la apoplejía hipofisaria aguda ante la presencia
inadvertida de un tumor hipofisario asintomático (37-39).
Los procedimientos angiográficos, especialmente los cerebrales, se han
asociado con la presentación de la AP, con
manifestación de minutos a 7 horas después de haber sido
realizado el procedimiento. Su presencia puede deberse a fluctuación de la presión arterial o a vasoespasmo (40, 41). Esta
complicación se ha descrito, además, con la utilización de las
pruebas dinámicas endocrinas, que incluyen la prueba de tolerancia a la
insulina, de la hormona liberadora de TSH, de la
liberadora de gonadotropinas, de la liberadora de ACTH y de la
hormona del crecimiento. La complicación ocurrió en el lapso
de 2 horas después de la prueba dinámica en el 83% de los
casos, especialmente cuando se utilizaron combinaciones de
estos estímulos (42-45). El problema se presenta debido a un desbalance
entre la exigente demanda metabólica producida por
estos factores endocrinos y la respuesta anormal de unas arteriolas
previamente comprometidas en su estructura. Por estos
hechos se ha sugerido la no realización de pruebas dinámicas
con TRH, con las hormonas liberadoras de gonadotropinas y
de hormonas del crecimiento en presencia de un macroadenoma hipofisario
(43-45). Los estudios dinámicos pueden aumentar
las necesidades metabólicas del tumor y precipitar la AP en
presencia de una circulación vascular deficiente.
Otro factor es el uso de anticoagulantes, al inicio de esta
terapia o más tardíamente (46-48), y también la presencia de
trastornos acompañados de sangrado (49, 50). Se discute si la
utilización de los agonistas de la dopamina puede precipitar
la AP (51, 52), especialmente en los pacientes con prolactinomas
(53, 54). Algunos autores han sugerido, en contraste con lo anterior,
que los antagonistas de la dopamina pueden prevenir
que los macroprolactinomas presenten AP como complicación
(5). Otros factores precipitantes mencionados son la estrogenoterapia,
radioterapia, embarazo y trauma craneoencefálico (6).
Más frecuentemente la AP se precipita en tumores hipo- fisarios no secretores (1), probablemente porque usualmente
son asintomáticos y se descubren más tardíamente que los
funcionales, cuando alcanzan tamaños de macroadenomas (5,
6, 55, 56). También se ha descubierto que los macroprolactinomas
y los tumores secretores de hormona del crecimiento con frecuencia dan
origen a la AP (53).
Fisiopatología
Se acepta que los adenomas hipofisarios están propensos
a sangrar y a presentar infartos y necrosis, al parecer debido a
que la adenohipófisis tiene una rica red vascular y que gracias
a las exigencias metabólicas de las células de la adenohipófisis,
estas crecen más que la red vascular hipofisaria, lo que crea un
desbalance funcional y anatómico entre la masa celular hipo- fisaria y la suplencia vascular, esto predispone al infarto por
hemorragia intratumoral, complicaciones que también pueden presentarse
parcialmente por la compresión infundibular o de los vasos superiores
hipofisarios contra el diafragma
de la silla durante el crecimiento tumoral (5). Este mecanismo
recuerda el que produce el síndrome de Sheehan, en el que
una
hipófisis suculenta se
somete a isquemia por el sangrado
masivo durante el parto y en el posparto. También es más fácil
entender que el descenso de la presión arterial sistémica en
las cirugías cardíacas y ortopédica pueden producir apoplejía
hipofisaria aguda.
En resumen, los 4 factores fisiopatológicos más importantes son la
reducción del flujo vascular, el aumento agudo del flujo sanguíneo, la estimulación de la hipófisis por pruebas
endocrinas y trastornos de la coagulación (5, 6). Sin importar el
mecanismo productor, la extensión de la hemorragia y necrosis
cerebrales producirán un aumento de la presión intraselar
y compresión de las estructuras vecinas, como el mismo tejido
hipofisario sano o el quiasma óptico (4)
Cuadro clínico
La presentación es muy variable y está determinada por
el grado y extensión de la hemorragia, necrosis y edema. La
combinación de manifestaciones clínicas, cefalea, trastornos
visuales y la presencia de un adenoma hipofisario producen el
diagnóstico de la AP (1, 7, 9-11, 28, 35, 56-58).
Cefalea
La cefalea es la manifestación clínica más prominente y se
presenta en casi el 100% de los pacientes (1, 7, 9). Con frecuencia,
la cefalea es el síntoma inicial, de comienzo intenso, descrito
como “ráfaga de truenos en un cielo claro”. Tal intensidad se
debe a la tracción de la duramadre o a la extravasación de la
sangre y material necrótico en el espacio subaracnoideo, con
producción de la irritación de las meninges. La cefalea generalmente es
retroorbitaria, pero puede ser bifrontal o generalizada, acompañada de
náuseas y vómito, y puede sugerir
migraña o meningitis. La cefalea también puede ser subaguda,
con presentación mínima de síntomas.
Compromiso visual
Los trastornos visuales pueden presentarse en más de la
mitad de los pacientes (10, 11, 58) y suelen originarse en una
hemorragia aguda con aumento de la masa tumoral, lo que produce
compresión lateral que afecta el contenido del seno cavernoso y
genera parálisis oculares en más de la mitad de los casos.
Pueden quedar comprometidas las estructuras circunvecinas,
especialmente el quiasma y los nervios ópticos. Se observan grados
variables del compromiso de los campos visuales,
especialmente la hemianopsia bitemporal. Raramente se puede
observar pérdida de la agudeza visual y hasta ceguera. Las parálisis
oculomotoras afectan al 52% de los pacientes, y se deben
a compromiso funcional de los nervios craneanos III-IV-VI. El
tercer par craneano es el más comprometido, se presenta en el
50% de los pacientes con esta entidad y se caracteriza por ptosis,
limitación de los movimientos de abducción y midriasis (1, 9).
Estos hechos se deben a un aumento intracavernoso del tumor
hipofisario, a un hematoma o, más comúnmente, a un incremento abrupto
de la presión en la región hipofisaria. Los nervios
craneanos son muy sensibles a un aumento de la presión.
Signos neurológicos sobreagregados
Pueden presentarse signos de irritación meníngea, tales
como fotofobia (40%), náuseas y vómitos (57%), meningismo
(25%) y, en ocasiones, fiebre (16%), lo que puede ser causa de
confusión diagnóstica. En un principio puede barajarse el diagnóstico
de meningitis, debido a que el líquido cefalorraquídeo
(LCR) puede mostrar hiperlinfocitosis. Se pueden apreciar grados
variables del estado de conciencia, letargia, estupor y, en ocasiones,
coma (28, 35, 56). Una extravasación de sangre o de tejido necrótico en
el espacio subaracnoideo puede causar el meningismo.
La isquemia cerebral en ocasiones puede deberse a compresión
mecánica de la arteria carótida contra las clinoides anteriores o
a espasmo cerebral, lo que puede dar origen a manifestaciones
neurológicas focales, como hemiparesia, disfasia o a un síndrome
piramidal. Como manifestaciones menos frecuentes están la
anosmia por compresión del nervio olfatorio, epistaxis o rinorrea
cefalorraquídea, debido a una erosión del hueso de la silla turca y
neuralgia del trigémino por compresión del V par. Pueden
presentarse signos de colapso por compromiso adrenal, lo que
podría llevar al falso diagnóstico de infarto del miocardio (5).
El grupo inglés que preparó las guías de la evolución de
la apoplejía pituitaria (15) propuso la valoración del grado de
compromiso de la apoplejía pituitaria basados en el nivel de
conciencia, la agudeza visual y los compromisos de los campos
visuales y de los nervios oculomotores. Una gradación de 4 o
más generalmente requiere cirugía urgente (
tabla 2).
Tabla 2. Graduación de la AP
Adaptada de: Rajasekaran S et al. Clin Endocrinol (Oxf).
2011;74(1):9-20.
Trastornos endocrinos
Se pueden presentar disfunciones endocrinas agudas de
una o varias hormonas pituitarias. Antes del episodio apoplético se
pueden descubrir signos y síntomas de disfunciones endocrinas, tales
como problemas sexuales, disfunción menstrual,
galactorrea o fatiga. Estas manifestaciones pueden presentarse
por el efecto de masa sobre la pituitaria normal. Las múltiples
endocrinopatías por deficiencia pueden deberse a destrucción
de la pituitaria anterior o a un aumento de la presión sobre el
tallo pituitario que inhibe la secreción de las tropinas hipotalámicas
o de las hormonas hipofisarias (
tabla 1)
(10).
Deficiencia de los corticoides
Esta es la deficiencia más común en los pacientes con apoplejía
pituitaria y ocurre en el 50% al 80% de los casos (1, 5-7). Es
la complicación hormonal más grave presente en la apoplejía
pituitaria, la cual causa cambios hemodinámicos peligrosos
y de hiponatremia. Debido a que la insuficiencia adrenal secundaria es
tan frecuente en esta entidad, se aconseja la administración empírica
de dosis adecuadas de corticosteroides.
Se puede presentar una hipotensión intensa cuando los vasos
se hacen insensibles a las catecolaminas en presencia de una
deficiencia de cortisol circulante.
La hipotensión y la hiponatremia en la apoplejía pituitaria
se deben a deficiencia de los glucocorticoides y no de los
mineralocorticoides, ya que estos son normales en la deficiencia
hormonal hipofisaria de ACTH. La hiponatremia es una consecuencia
directa de la deficiencia de los glucocorticoides y está
relacionada con una inapropiada antidiuresis debido a la no
supresión de la secreción de la arginina vasopresina, a pesar
de la hipoosmolaridad presente y, además, por un mal manejo
del agua a nivel renal, con defecto en la excreción. Como causas
coadyuvantes de la hiponatremia está la afectación funcional
del hipotálamo, lo que produce el síndrome de la secreción
inapropiada de hormona antidiurética con presentación de
hiponatremia secundaria (6). La medición del bicarbonato en
el plasma es de utilidad para diferenciar el síndrome de inapropiada
hormona antidiurética y la deficiencia de ACTH, ya
que el bicarbonato en plasma es más bajo en el último estado.
Se debe realizar medición en sangre de cortisol y ACTH antes de iniciar
la terapia con glucocorticoides.
Otras deficiencias hormonales
En la AP, del 30% al 70% de los pacientes presenta deficiencia
significativa de la TSH y el 45% al 75% deficiencia de las
gonadotropinas. El reemplazo de estas hormonas debe iniciarse
una vez el paciente se ha recuperado de la fase aguda. Casi todos los
pacientes con apoplejía pituitaria presentan deficiencias
de la hormona del crecimiento, pero generalmente esta tropina
no se investiga con los métodos adecuados y tampoco se usa
la suplencia. La diabetes insípida se presenta en el 5% de los
pacientes con apoplejía pituitaria, pero clínicamente se pone en
evidencia cuando se inicia la terapia de reemplazo con glucocorticoides
y hormonas tiroideas. La apoplejía pituitaria puede
presentarse en pacientes con adenomas hipersecretoras de
prolactina o de ACTH y en el 3%-10% se presenta en pacientes
con adenomas productores de acromegalia (5, 10, 56).
Imagenología
Las imágenes más útiles son la TAC y la RNM, en particular esta última.
La imagenología cerebral raramente muestra
hemorragia sola o infarto puro, típicamente se observa una
combinación de hallazgos anatomopatológicos. Los hallazgos
radiológicos están fuera del alcance de esta revisión (59, 60).
Evolución y manejo
La evolución de la AP es muy variable y difícil de predecir (61, 62).
El simple infarto del adenoma hipofisario tiene tendencia a producir un
cuadro clínico menos sintomático, con
manifestaciones clínicas que pueden haber estado presentes
antes del diagnóstico de la AP y que generalmente tienen una
evolución menos ruidosa que el infarto hemorrágico o la franca
hemorragia. El estado clínico se puede deteriorar dramáticamente cuando
se presenta una hemorragia subaracnoidea
originada en el adenoma hipofisario, o debido a una isquemia
cerebral por espasmo vascular cerebral, aunque el paciente
puede recuperarse parcial o completamente de forma espontánea con o sin
secuelas neurológicas, tales como defectos
visuales, trastornos neurológicos o deficiencias hormonales
de la hipófisis. A veces la apoplejía puede destruir el adenoma
hipofisario o, menos frecuentemente, se puede presentar
recurrencia en el crecimiento del adenoma a partir de remanentes
hipofisarios.
En las formas leves, la cefalea, los trastornos visuales y las
deficiencias pituitarias se presentan insidiosamente y duran
varios días o semanas. En las formas más agudas y severas, la
ceguera, el coma, los signos neurológicos y las manifestaciones
hemodinámicas pueden presentarse en horas. Si no se puede
hacer el diagnóstico correcto prontamente o no se inicia la terapia
obligatoria con corticosteroides y no se practica la descompresión, el
paciente puede morir por deficiencia suprarrenal o complicaciones
neurológicas.
La recuperación de las funciones neurológicas, oftalmológicas y
endocrinas es muy variable. La alteración de la consciencia mejora
después de la descompresión. El compromiso de los
campos visuales y la agudeza visual tienen tendencia a mejorar
con la cirugía. En los casos en los que existe atrofia del nervio
óptico no se obtiene recuperación con la cirugía. La oftalmoplejia
generalmente regresa, pero deben pasar varias semanas. Las
funciones endocrinas permanecen levemente alteradas.
El tratamiento tiende a mejorar los síntomas y a modificar
la compresión de las estructuras vecinas, especialmente las
vías ópticas (5-13). La descompresión quirúrgica es el método
más rápido para conseguir estos fines; sin embargo, la cirugía
puede producir daños, como fístula del LCR, presentación de
diabetes insípida y mayores posibilidades de aumentar las de- ficiencias hormonales por daño a la hipófisis anterior o de la
zona hipotalámica.
El uso inmediato de los glucocorticoides es imperativo, ya
que la gran mayoría de los pacientes con AP presenta deficiencia de la
ACTH y están en alto riesgo de morir si no se tratan
oportunamente. Los corticosteroides deben administrarse por
vía intravenosa, tan pronto como el diagnóstico se sospeche
o se confirme. Se aconseja ordenar 50 mg de hidrocortisona
cada 6 horas o en bolo de 100 a 200 mg, seguidos de 50-100
mg cada 6 horas (61-70).
Debate sobre el manejo quirúrgico frente
al conservador de la AP
Debido a la gran variedad de causas clínicas de la AP y a
la falta de estudios prospectivos doble ciego, el manejo más
apropiado de este síndrome permanece discutible. Anteriormente se
consideraba que el tratamiento era siempre quirúrgico y debía
catalogarse como una emergencia (5), pero debido
a que existen casos de recuperación espontánea y de desaparición del
tumor hipofisario, varios especialistas optaron por un
tratamiento conservador (6).
Algunos autores aconsejan la descompresión transesfenoidal temprana en
todos los pacientes, mientras que otros
abogan por un método conservador en pacientes seleccionados,
especialmente en aquellos sin compromiso de la agudeza
visual o de los nervios oculomotores y en el estado de alerta,
el tamaño del tumor hipofisario evaluado por la RNM es otro
factor que debe tenerse en cuenta en la decisión de la terapia
a seguir. Si se decide por el tratamiento conservador se debe
practicar un seguimiento cercano sobre la evolución de los signos y
síntomas visuales, si estos no mejoran o empeoran debe
realizarse la descompresión quirúrgica o si la conciencia del
paciente se sigue deteriorando.
El protocolo del Reino Unido debe seguirse en el tratamiento de la
apoplejía hipofisaria (14). Se recomienda la descompresión quirúrgica
en casos con compromiso significativo
neurooftalmológico o con nivel de consciencia reducido. Estos
autores consideran que si se escoge la cirugía descompresiva
se obtienen los mismos resultados en el compromiso visual si
los pacientes son operados durante los 3 primeros días de iniciada la
enfermedad o más tardíamente dentro de la primera
semana. En cambio, el pronóstico del compromiso visual es
menos favorable cuando la cirugía se practica después de 1
semana de aparecer los síntomas (5).
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