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Médico Internista-Endocrinólogo, Universidad Popular Autónoma
del Estado de Puebla (UPAEP). Profesor, Departamento de Medicina
Interna, Universidad Industrial de Santander. Fiscal Médico,
Asociación Colombiana de Endocrinología.
Resumen
EL sistema inmunitario es una compleja red de células y
proteínas capaces de proteger contra la infección. La respuesta innata
es llevada a cabo mayormente por los fagocitos y las
proteínas del complemento, en tanto que la inmunidad adquirida se basa
en una respuesta especializada celular y humoral
que involucra a las células T y B. Los dos sistemas están íntimamente
interconectados y trabajan de manera sinérgica en
la lucha contra los invasores patógenos.
Palabras clave:
inmunidad innata, inmunidad adquirida,
macrófagos, linfocitos B y T, complemento.
Abstract
The
immune system is a complex network of cells and
proteins protecting against infection. The innate response is
carried out largely by phagocytes and complement proteins,
whereas acquired immunity is based on a specialized cellular
and humoral response involving T and B cells. The two systems are
closely interconnected and operated on synergistically in the fight
against pathogenic invaders.
Keywords: Innate
immunity, Acquired immunity, Macrophages, B and T lymphocytes.
La respuesta inmunitaria
Sin pretender hacer un capítulo de inmunología, se hará una
breve introducción sobre cómo se comporta la inmunidad y que
esto sirva de preámbulo para poder entender cuál es el papel
inmunológico ante la agresión por el virus SARS-CoV-2 en cada
una de las patologías que se describirán en este fascículo.
El significado del término
inmune
se asocia históricamente
a un mecanismo de
protección.
Deriva de la palabra latina
immunis,
que significa “libre, exento de ciertos oficios, obligaciones,
impuestos y castigos”. El término se extendió para aplicarlo a personas
que, después de haber padecido una enfermedad
infecciosa, como la peste o la viruela, quedaban exentos de ataques
posteriores (1).
El sistema inmunitario no existe en un órgano definido; es
un conjunto de tejidos, células y moléculas que interaccionan
y forman un frente común para integrar una respuesta: la llamada
respuesta inmunitaria.
La respuesta inmunitaria puede ser categorizada en dos
sistemas: inmunidad innata e inmunidad adquirida.
El sistema de inmunidad innata representa la primera línea de defensa
del organismo y comprende barreras físicas y
algunas defensas celulares. Los patógenos que evaden el sistema innato
se enfrentan, subsecuentemente, con la respuesta
inmunitaria adquirida, la cual es un sistema específico de respuestas
celulares y humorales que el individuo ha desarrollado a lo largo de su
vida (2).
Inmunidad innata
Barreras anatómicas
Los mecanismos de barrera son responsables de la primera línea de
defensa contra los agentes patógenos, siendo los
más importantes la piel y las mucosas (genitales, orales, digestivas,
entre otras) con todos sus componentes celulares (3).
La piel representa defensa y es una excelente barrera contra la
infección. Por tal razón, se explica por qué existe un incremento en la
incidencia de infecciones locales y sistémicas cuando
esta barrera está comprometida, por ejemplo, en los casos de
enfermedades propias de la piel o quemaduras.
Los tractos respiratorio, gastrointestinal y genitourinario son
sitios en los cuales las membranas especializadas de las mucosas
desempeñan un papel primordial como barrera para prevenir la
infección. Además, existen factores inmunológicos esenciales que
defienden contra la infección en estos tejidos. La inmunoglobulina A
(IgA) es un anticuerpo secretado por las células de la mucosa y que se
fija al patógeno y a sus toxinas para neutralizarlos y
desactivarlos antes de que los mismos sean capaces de invadir (3).
Células y proteínas
Las células y proteínas del sistema innato representan una
línea de defensa que está presente desde el nacimiento. Si una
barreara anatómica se rompe, los patógenos pueden penetrar
el tejido subyacente. A este nivel, el sistema innato provee defensas
no específicas que previenen el crecimiento bacteriano
y la consecuente infección. Este sistema se enfrenta a la invasión a
través de respuestas celulares y proteínas del complemento. La
respuesta celular se basa en los leucocitos, que
pueden ser granulocitos (neutrófilos, eosinófilos y basófilos) o
agranulocitos (monocitos y linfocitos) (
Figura
1).
Este sistema innato activa este mecanismo de defensa mediante un
mecanismo llamado
fagocitosis
(
Figura 2), en el que
se describe el proceso por el cual la célula engloba el material
extraño y lo elimina. Los macrófagos y neutrófilos son la
primera línea fagocítica del sistema innato, pero otras células
también desempeñan algún papel. Los macrófagos son las primeras células
fagocíticas y una de las dos líneas celulares que
maduran desde los monocitos. Los monocitos también se diferencian en
células dendríticas. Los monocitos tienen actividad
fagocítica limitada, aunque son cruciales para conjugar el sistema
inmunitario innato con el adquirido, ya que desempeña
el papel de célula presentadora de los antígenos (3, 4).
El primer paso de la fagocitosis consiste en reconocer el
patógeno como extraño. Lo anterior se presenta por interacciones entre
los receptores especializados de superficie de la
célula del macrófago con patrones moleculares de los patógenos,
expresados por los microbios.
Una segunda clase de fagocitos son los leucocitos polimorfonucleares,
comúnmente denominados
neutrófilos.
Estas células son reclutadas en forma temprana durante la infección
por los macrófagos, a través de la liberación de citocinas
proinflamatorias, como la interleucina 1β (IL-1β), IL-6, IL-12 e IL-18
(
Figura 3). Así se incrementa
el número de células fagocitarias a nivel tisular para ayudar a
destruir al enemigo patógeno.
Por otra parte, a las citocinas previamente mencionadas, los
macrófagos liberan factor de necrosis tumoral (FNT), factor
activador plaquetario, prostaglandinas y leucotrienos, y todos
ellos favorecen procesos vistos en la inflamación aguda, como
es el incremento en la permeabilidad vascular, la coagulación
y la intensidad del dolor. El fin de esta respuesta es prevenir la
diseminación de la infección por vía hemática y, además, reclutar
futuras células inmunitarias (5).
Los virus infectan a las células del huésped y pueden evadir la
fagocitosis de los macrófagos. El sistema inmunitario
innato es capaz de combatir las infecciones intracelulares mediante
otra línea celular, las células
natural
killer o
NK. Gracias
a las citocinas proinflamatorias, las NK son reclutadas en el sitio de
infección y logran la detección de las células infectadas
por medio del reconocimiento de una alteración o ausencia del
complejo mayor de histocompatibilidad (MHC) clase 1.
Papel de la inmunidad innata en la defensa del
organismo
El principal mecanismo de la inmunidad innata es la inflamación, que se
caracteriza por un aumento de la permeabilidad capilar y la migración
de los leucocitos desde la sangre
hasta la zona afectada.
El reclutamiento celular se lleva a cabo por las citocinas,
especialmente el FNT y las quimiocinas, encargadas de activar y guiar a
los fagocitos hasta la zona afectada. El orden de actuación es:
neutrófilos, macrófagos y linfocitos.
Figura 1. Células del sistema
inmunitario innato (granulocitos y agranulocitos).
Figura 2. Fagocitosis
Figura 3. Interleucina 1β
(IL-1β), IL-6, IL-12 e IL-18
El objetivo de la inflamación es localizar la infección a un
solo sitio, impidiendo que esta se propague y afecte a otros tejidos.
Para ello, son necesarias las proteínas de la coagulación,
las cuales encierran el proceso infeccioso con el fin de evitar la
diseminación sistémica. Además, exponen a los invasores con
los leucocitos y que estos puedan ejercer su función.
Durante la inflamación se liberan otras citocinas que estimulan a la
inmunidad adaptativa, para poder finalmente
erradicar al patógeno, ya que, en ausencia de este mecanismo
de defensa, la inmunidad innata no podría controlar completamente a la
infección.
Inmunidad adquirida
Como ya se mencionó, si el microbio llega a sobrevivir a
todos los mecanismos del sistema inmunitario innato, la respuesta
inmunitaria adaptativa se pondrá en marcha a través
del reconocimiento de los diferentes microorganismos, toxinas o
antígenos. En términos generales, la inmunidad innata
no siempre puede controlar la infección por sí sola y, entonces,
trabaja juntamente con las células y las proteínas altamente
especializadas del sistema inmunitario adquirido. En consecuencia,
todos los antígenos serán registrados y recordados en
encuentros subsecuentes para poder eliminarlos de manera
más eficiente. De forma general, los antígenos proteicos son
presentados junto con las moléculas del complejo mayor de
histocompatibilidad de clase I o II. En contraste, otras moléculas,
como los carbohidratos, activan la inmunidad innata sin
llegar a inducir una respuesta secundaria efectiva.
La inmunidad adquirida es un sofisticado mecanismo de defensa
específico (cada microorganismo induce una respuesta individual),
que se desarrolla posteriormente a la exposición a determinados agentes
infecciosos. Su velocidad y eficiencia se incrementan dependiendo del
número de exposiciones al mismo
patógeno, fenómeno que se conoce como
memoria
inmunológica. La administración de vacunas individuales
representa la
mayor ventaja de este tipo de respuesta (6).
La inmunidad adaptativa puede dividirse en inmunidad
humoral e inmunidad celular. El componente humoral está representado
por las células B y sus proteínas y el componente
celular está representado por los linfocitos T (células T) (
Figura 4). Ambas líneas celulares
son generadas desde las células
madre del sistema hematopoyético en la médula ósea, pero
son subclasificadas de acuerdo con su sitio de diferenciación:
Las células T se desarrollan en el timo y las B, en la médula
ósea. Ambas desempeñan un papel fundamental en la protección contra
cualquier intruso y en la memoria inmunológica.
Figura 4. Células T y B.
Dependiendo de qué microorganismo sea el invasor, este
inducirá una respuesta humoral o una respuesta celular. El
grado de sincronización del sistema inmunitario es verdaderamente
sorprendente, ya que es capaz de distinguir entre 109
y 1011 antígenos diferentes. Cualquier respuesta inmunitaria
secundaria es “encendida” por el sistema inmunitario innato,
el cual activa a los componentes de la respuesta inmunitaria
adaptativa para generar un sistema de memoria específico.
Dichos componentes activan a los linfocitos B, que se diferencian y
producen moléculas efectoras que son los anticuerpos
específicos. Por otra parte, la inmunidad celular estará dada
a través de los linfocitos cooperadores, también conocidos
como CD4, y los citotóxicos o CD8, los cuales secretarán diferentes
citocinas. En particular, los CD8 utilizan un verdadero
arsenal sobre la célula infectada por el microorganismo para
matarla (
Figura 5) (6).
En términos generales, la respuesta inmunitaria se inicia
cuando los antígenos no propios son reconocidos vía los receptores de
reconocimiento de patrones (PRR) en la superficie
de células como las células NK, las dendríticas, los macrófagos
o los linfocitos B CD5. Todas ellas capturan, internalizan, digieren y
presentan apropiadamente a las células inmunitarias
efectoras pedazos del microbio o antígeno junto con moléculas
de clase I o II. En particular, los linfocitos B CD5 capturan al
péptido a través de la inmunoglobulina M (IgM), para después
internalizarlo y presentarlo ya digerido en asociación con moléculas de
clase II a las células CD4 específicas cooperadoras,
las cuales secretarán citocinas para controlar la producción de
anticuerpos. El sistema inmunitario adaptativo posee elementos
importantes, como las células presentadoras de antígenos
(APC), los linfocitos T y los linfocitos B. Todas estas células
circulan a través de la sangre y la linfa, y se concentran en el
bazo, los ganglios linfáticos y otros tejidos. Tanto los linfocitos T
como los B son capaces de reconocer moléculas ajenas
(antígenos) por medio de moléculas que se encuentran en la
superficie de las células; para los linfocitos T, dichas moléculas
son los receptores de célula T, y para el linfocito B son los
anticuerpos (
Figura 6).
Se trata de moléculas altamente específicas, y en el caso
de los anticuerpos, son complementarias a la estructura antigénica que
es presentada por las APC. Cada célula B posee
en su superficie hasta 500.000 receptores de antígeno, pero
cuando se diferencia, es capaz de secretar glicoproteínas llamadas
anticuerpos, que tienen una región
transmembranal y
en forma de Y, además de estar compuestos por cuatro cadenas de
polipéptidos: dos son cadenas pesadas idénticas y dos
son cadenas ligeras.
Los linfocitos T expresan en su superficie el receptor de T
(TCR), el cual es un heterodímero formado por dos cadenas
polipeptídicas alfa y beta (o de manera alternativa, gamma y
delta). El TCR posee una región transmembranal anclada a la
membrana, una cola citoplásmica corta y una región extracelular (región
alfa beta), con una gran variabilidad en la secuencia de aminoácidos.
Esta región le da la diversidad para unirse
específicamente con los diferentes antígenos. El TCR se asocia
con polipéptidos conocidos como CD3-gamma, delta y épsilon;
estas moléculas no presentan variabilidad. En contraste con
los anticuerpos, el TCR solo reconocerá a los péptidos que se
encuentren asociados a las moléculas del complejo principal
de histocompatibilidad, en tanto que los receptores del linfocito B
reconocerán antígenos intactos. Dependiendo de su origen, los antígenos
pueden ser presentados por diferentes vías.
Una vez que los linfocitos T CD8 positivos son activados,
preparan su arsenal para matar a aquellas células infectadas o
a las células tumorales. Por su parte, las células T cooperadoras
conocidas como
linfocitos T CD4
se subdividen en células Th1,
las cuales activan macrófagos, células Th2, que colaboran con
las células B para producir sus anticuerpos, y Th17, que podrían actuar
en la respuesta inmunitaria adaptativa. Estas células funcionan
indirectamente activando otras células. Existe también
otro tipo de células T conocidas como
células
reguladoras, que
en su mayoría son células CD4 positivas. Cuando un antígeno
ingresa al cuerpo por segunda vez, el sistema inmunitario recuerda
exactamente cómo eliminarlo a través de una respuesta
inmunitaria específica más intensa y rápida.
Figura 5. Tipos de linfocitos
Figura 6. Activación de los
linfocitos B y producción de
anticuerpos.
Después de la primera exposición a un patógeno, la respuesta adquirida
toma tiempo en desarrollarse. No obstante,
debido a la memoria de este sistema, las infecciones subsecuentes
producidas por el mismo agente generan una respuesta rápida.
Es importante destacar que cualquier célula que responda
fuertemente a las propias proteínas es eliminada para evitar
un ataque inmunitario contra las propias células del organismo; este es
un proceso que puede ser defectuoso en las
enfermedades autoinmunitarias. Las células que responden
fuertemente a los péptidos no propios, entonces, permanecen
inertes en los tejidos linfoides secundarios del bazo, ganglios
linfáticos o tejido linfoide asociado a mucosas (MALT) hasta su
activación producida por cualquier futura infección.
Inmunoglobulinas
Existen cinco tipos de anticuerpos: IgM, IgG, IgD, IgA e IgE
(
Figura 7). Estos tienen una
región constante (Fc) y es la responsable de la interacción con los
receptores de anticuerpos
en los neutrófilos, macrófagos y mastocitos, siendo capaz, además, de
inducir la activación de la cascada del complemento, y
una región variable (Fab), la cual distingue a cada anticuerpo
para reconocer a un antígeno dado. Los anticuerpos son moléculas que
distinguen estructuras tridimensionales. La unión es
reversible y cada antígeno tiene diferentes estructuras conocidas como
epítopes, que pueden ser reconocidas en diferentes
ángulos para iniciar una respuesta inmunitaria específica.
En contraste, dos moléculas muy diferentes podrían compartir la
estructura tridimensional y unirse con el mismo anticuerpo; este
fenómeno es conocido como
reacción
cruzada.
La función principal de los anticuerpos es neutralizar virus y toxinas,
“aderezar” bacterias para que estas sean más apetecibles para las
células fagocíticas o para que las moléculas del
complemento entren en acción.
La IgE es producida por células B activadas. Aunque es la
inmunoglobulina menos abundante, es vital para combatir la
infección parasitaria. Este proceso también está presente y
contribuye a las reacciones alérgicas y de hipersensibilidad.
Figura 7. Tipos de anticuerpos
(IgM, IgG, IgD, IgA e IgE).
Sistema de complemento
El complemento es un sistema de aproximadamente 30
proteínas presentes en el suero, las cuales interactúan entre sí
formando una cascada enzimática, que participa en la amplificación de
la respuesta inmunitaria humoral. La activación y
fijación del complemento es un importante mecanismo efector
del sistema inmunitario, el cual elimina al patógeno a través
de la lisis de este, “aderezando” al microbio para hacerlo más
apetecible a las células fagocíticas.
Hay dos formas principales por las que el sistema del complemento
destruye los microbios y son la opsonización y la cascada del
complemento. La opsonización es el proceso a través
del cual los patógenos son marcados por las proteínas del complemento,
para luego inducir la fagocitosis por macrófagos que
expresan receptores específicos para dichas opsoninas. La fijación de
las proteínas del complemento también activa la cascada del
complemento, que es un proceso más complejo de activación de proteínas
e induce directamente la muerte microbiana a
través de la destrucción de la membrana del patógeno.
La cascada del complemento puede ser activada por tres
vías: clásica, lectina y alterna. Cada vía, inicialmente, implica
diferentes proteínas del sistema, pero todas llevan a la hidrólisis de
la proteína de complemento C3 a C3a y C3b. C3a actúa
como una citocina inflamatoria, mientras que C3b actúa como
una opsonina o como un iniciador del ataque de la membrana
del patógeno (5).
Hay tres fragmentos proteicos dentro de esta cascada que
son importantes considerar: C3a, C4a y C5a, los cuales funcionan como
potentes citocinas inflamatorias, que causan contracción del músculo
liso e incrementan la permeabilidad vascular y
la degranulación de los mastocitos y de los basófilos. Estas proteínas
son conocidas como anafilotoxinas debido a su capacidad
para inducir reacciones anafilácticas independiente de la IgE (5).
En resumen, el sistema inmunitario es una compleja red de
células y proteínas capaces de proteger contra la infección. La
respuesta innata es llevada a cabo mayormente por los fagocitos y las
proteínas del complemento, en tanto que la inmunidad adquirida se basa
en una respuesta especializada celular y
humoral que involucra a las células T y B. Los dos sistemas están
íntimamente interconectados y trabajan de manera sinérgica en la lucha
contra los invasores patógenos (
Figuras
8 y 9).
Figura 8. Integración del sistema
innato y adaptativo
Figura 9. Respuesta inmunitaria
Conflictos de interés
Ninguno.
Financiación
Ninguna.
Agradecimientos
Agradezco a mi esposa Heavenly y a mis hijos Andrés, Ralph y Heavenly,
por hacerme la vida más fácil.
Referencias
1. Vega Robledo GB. La
respuesta inmune. Rev Fac Med UNAM.
2008;51(3):128-129.
2. Abbas AK, Lichtman AH, Pillai S. Cellular and molecular
immunology. 6.a
edición. Filadelfia: Saunders Elsevier; 2007. p. 572.
3. Todd I, Spickett G. Lecture Notes. Immunology, 6.a edición.
Oxford: WileyBlackwell; 2011. p. 480.
4. Todar K. Immune Defense against Bacterial Pathogens: Innate
Immunity
[Internet]. Disponible en:
http://textbookofbacteriology.net/innate.html.
5. Owen J, Punt J, Stranford G. Kuby Inmunología. 7.a edición.
México:
Editorial McGraw-Hill; 2014. p. 830.
6. Barrón L, López González M, Gutiérrez Castañeda B. ¿Qué es y
cómo
funciona el sistema inmune? Ciencia. 2015; 18-25. Disponible en:
http://www.revistaciencia.amc.edu.mx/images/revista/66_2/PDF/Sistema_Inmune.pdf.