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Médica Internista - Endocrinóloga, Fundación Valle del Lili.
Docente, posgrado de Medicina Interna, ICESI-CES. Coordinadora,
Comité Diabetes, Asociación Colombiana de Endocrinología.
Miembro de número, Asociación Colombiana de Endocrinología.
Resumen
La diabetes es un factor de riesgo claramente establecido
para la COVID-19 y para sus formas graves, lo que aumenta,
entonces, el riesgo de hospitalización por infección por SARSCoV-2 en
los pacientes que la padecen. En el mundo entero existe poca evidencia
con respecto a la mejor estrategia de manejo
del paciente con diabetes que es hospitalizado por COVID-19.
En términos generales, la insulina, ya sea subcutánea o intravenosa,
constituye el tratamiento de elección. El uso de antidiabéticos orales
no está estudiado y no se recomienda como primera línea. Las metas de
control glucémico son las mismas que
para la población general. La necesidad de control glucométrico
frecuente, principalmente en aquellos con infusión intravenosa
(IV) de insulina, constituye el reto más importante en el manejo
de estos pacientes, pues aumenta la necesidad de personal disponible
(el cual puede ser escaso en época de crisis) y la exposición del
personal de salud a la infección.
Palabras clave: diabetes, hospitalizados, manejo, COVID-19,
SARS-CoV-2.
Abstract
Diabetes
is a clearly established risk factor for COVID-19
and for severe forms of it, increasing the risk of hospitalization
for SARS-CoV-2 infection in patients with it. There isn’t enough
evidence worldwide regarding the best management strategy
for a patient with diabetes who is hospitalized for COVID-19.
Insulin, either subcutaneous or intravenous, is the treatment
of choice; the use of oral antidiabetics is not studied and is
not recommended as the first line. Glycemic control goals are
the same as for the general population. The need for frequent
glucometric control, mainly in those with IV insulin infusion,
constitutes the most important challenge in the management
of these patients, since it increases the need for available personnel
(which may be scarce in times of crisis) and the exposure of health to
infection.
Keywords: Diabetes,
Inpatient, Management, COVID-19,
SARS-CoV-2.
Introducción
Hoy día la diabetes
mellitus (DM)
constituye un factor de
riesgo claramente establecido de gravedad de la infección por
SARS-CoV-2 y mortalidad asociada, como fue previamente
descrito (1, 2). Existe, además, evidencia que sugiere que la
hiperglucemia no controlada (en población con o sin diabetes
previamente conocida) se asocia a mayor mortalidad y estancia
hospitalaria prolongada (3).
Los pacientes con DM o hiperglucemia son significativamente de mayor
edad, de género masculino y tienen mayor
compromiso de su función renal cuando son comparados con
los no diabéticos que son hospitalizados (3).
La hiperglucemia ha demostrado ejercer múltiples efectos a nivel del
tracto respiratorio, que podrían empeorar el
pronóstico de los pacientes diabéticos con infecciones virales
respiratorias (4), como se discutió previamente. Por otro lado,
la infección per se puede generar una respuesta inflamatoria
sistémica grave con liberación de catecolaminas y cortisol y
puede ocasionar daño directo a las células betapancreáticas,
lo cual empeora la hiperglucemia y aumenta la variabilidad
glucémica (5).
Teniendo en cuenta el gran número de pacientes críticamente enfermos
con COVID-19 y diabetes o hiperglucemia y
los desenlaces adversos asociados a esta condición, se hace
necesario un manejo oportuno, eficaz y estandarizado de la
glucemia en este escenario.
Control glucémico intrahospitalario
Lograr un adecuado control glucémico en el paciente con
DM y COVID-19 no ha sido fácil, una vez que existe poca disponibilidad
de endocrinólogos en los sitios de aislamiento destinados a la atención
de estos pacientes. Hay dificultades con el mantenimiento de una dieta
adecuada para diabetes en el contexto de la hospitalización y la
ansiedad de los pacientes ante su
diagnóstico, que tiene un impacto negativo sobre la glucemia y
el efecto
per se del virus
sobre las células betapancreáticas.
En términos generales, la elección del tratamiento debe estar centrada
en las características individuales de cada paciente, como la edad, las
comorbilidades, el riesgo de hipoglucemia
y la gravedad de la infección por SARS-CoV-2. La evidencia de
uso de antidiabéticos orales en el paciente hospitalizado es escasa. En
términos generales, se acepta que, en el hospital, sea
suspendida la metformina por el riesgo de insuficiencia respiratoria e
hipoxemia asociada a la infección, con el consecuente
riesgo de acidosis; y las sulfonilúreas, por el riesgo de hipoglucemia.
Los agonistas del receptor GLP-1 y los inhibidores
del glucotransportador de sodio-glucosa (iSGLT-2) podrían,
en teoría, asociarse a peores desenlaces, pues inducen una
sobreexpresión de la enzima convertidora de la angiotensina 2
(ECA-2), aunque no existen datos en humanos y, por otro lado,
dado su mecanismo de acción, podrían ejercer un efecto antinflamatorio
que sería benéfico, así que no hay, hasta la fecha,
una recomendación puntual con los GLP-1; sin embargo, con
los iSGLT-2 existe riesgo de cetoacidosis diabética si el paciente
tiene depleción del volumen asociada a la infección viral,
por lo cual se recomienda sean suspendidos. Finalmente, existe un
potencial papel protector de los inhibidores de la enzima
dipeptidil peptidasa-4 (DPP-4) asociado a su efecto antiinflamatorio,
que podría reducir los desenlaces pulmonares adversos, aunque esto no
está demostrado (6).
En pacientes hospitalizados, pero no críticamente enfermos, la terapia
ideal es insulina subcutánea en esquema de
dosis fijas (basal más corrección o basal-bolo) según el estado
y las necesidades del paciente.
Los pacientes críticamente enfermos con glucemia >180
mg/dL deben recibir infusión intravenosa (IV) de insulina
(con un aumento importante en la necesidad de dosis de insulina en DM2
por el incremento considerable de la insulinorresistencia en el marco
de la infección); sin embargo, el
ajuste de la dosis según la glucemia del paciente representa
uno de los principales retos en su manejo, ya que para este se
requiere monitorizar los niveles de glucosa cada hora o cada
dos horas (hasta que la glucosa del paciente esté estable), lo
cual implica la necesidad de personal entrenado disponible
(que puede escasear en tiempos de crisis) y un aumento de
la exposición del personal de salud a la infección. En casos
en los que el sistema de salud se desborda y los recursos
intrahospitalarios se agotan, puede verse comprometida la
disponibilidad de bombas de infusión para la administración
de goteos de insulina. Para tratar de vencer estas barreras,
se han propuesto alternativas diferentes de manejo de la hiperglucemia
en la unidad de cuidados intensivos (UCI), como
el uso de análogos de acción corta vía subcutánea, cada 1 o 2
horas (usados con éxito en el manejo de la cetoacidosis diabética leve
o moderada), aunque su seguridad en el entorno de
la UCI no ha sido evaluada (7). Algunos expertos sugieren que
el uso de insulina basal con correcciones con insulina rápida
cada 4 horas podría ser otra opción de manejo para reducir la
frecuencia de glucometrías; sin embargo, su eficacia y seguridad no han
sido evaluadas (8).
La
Figura 1 presenta un
abordaje inicial del paciente en
el hospital (9).
La glucosa debe ser monitorizada de manera regular durante toda la
hospitalización de los pacientes con infección por COVID-19 y DM, con
el objetivo de instaurar un manejo oportuno,
si no se cumplen las metas, y de identificar tempranamente un
empeoramiento de la glucemia en relación con el tratamiento
instaurado (uso de glucocorticoides, por ejemplo).
La meta de glucemia es la misma que en población que es
hospitalizada por otra causa: <140 mg/dL antes de las comidas y
<180 mg/dL después de las comidas.
Debe tenerse en cuenta que el uso de acetaminofén puede
inducir errores en las lecturas de las glucometrías o en los datos de
la monitorización continua de la glucosa (depende del
tipo de glucómetro o monitorización utilizados).
La frecuencia en la realización de las glucometrías representa otro
reto importante en el cuidado de estos pacientes,
pues exige, sobre todo en aquellos con insulina IV, contacto
frecuente con el paciente. Para minimizar los riesgos para el
personal a cargo, se sugiere que, si el paciente no está críticamente
enfermo, se mida él mismo la glucosa y la comunique
vía telefónica, para hacer los ajustes necesarios. El uso de
monitorización continua de la glucosa puede ser otra opción, en
especial si se usa tecnología que permita un acceso remoto a
los datos; sin embargo, la falta de evidencia de su eficacia en
el contexto hospitalario, el costo y la falta de disponibilidad
constituyen una limitante para su uso en nuestro medio.
Hiperglucemia aguda en pacientes sin
diabetes mellitus
Históricamente, la hiperglucemia de estrés (glucosa >180
mg/dL en pacientes sin historia previa de diabetes, con HbA1c
<6,5% y que cursa con una enfermedad aguda) ha sido asociada a
peores desenlaces clínicos, incluida una mayor mortalidad, al
compararse con población normoglucémica e incluso
con población con DM previamente diagnosticada. De la misma manera,
durante la epidemia del síndrome respiratorio
agudo grave (SARS) en el 2003, esta se identificó como una
complicación de la infección y se asoció a mayor riesgo de falla
respiratoria y muerte (10). Datos actuales que estudian la relación
entre la COVID-19 y la hiperglucemia también sugieren
la misma asociación. En un estudio descriptivo en Estados
Unidos, durante un análisis de subgrupos de 184 pacientes,
se reportó que la mortalidad fue significativamente mayor en
aquellos con hiperglucemia aguda sin DM que en los pacientes con DM
conocida (41,7%
vs. 14,8%; p
<0,001); igualmente, la
estancia hospitalaria fue significativamente mayor en el grupo
de hiperglucemia aguda vs. el grupo de DM (6,2
vs. 5 días; p
<0,001) (3).
Figura 1. Abordaje inicial del
paciente en el servicio de urgencias. Adaptada de la referencia 9.
IV: intravenoso; iSGLT-2: inhibidores del glucotransportador de
sodio-glucosa; SC: subcutáneo.
Ante los desenlaces adversos asociados, la hiperglucemia
aguda en pacientes sin DM podría interpretarse como un indicador de
daño de la célula betapancreática y considerarse
como un factor de riesgo para peor pronóstico. Hasta hoy, no
existe evidencia que demuestre que el manejo de la hiperglucemia aguda
en el contexto de la COVID-19 mejore los desenlaces clínicos de los que
la presentan; sin embargo, la recomendación aceptada es que esta sea
manejada de la misma manera
que los pacientes hospitalizados por otra causa, con una meta
de <180 mg/dL (11).
Hipoglucemia
La hipoglucemia es una complicación del manejo de la diabetes, que
ocurre más frecuentemente en aquellos que reciben
terapia con insulina. La presencia de hipoglucemia grave en el
paciente hospitalizado se asocia a una mayor mortalidad (12).
En el contexto de la infección por COVID-19, una de las estrategias
farmacológicas planteadas es la administración de cloroquina o
hidroxicloroquina,
fármacos cuyo uso
ha estado
asociado a hipoglucemia (13), razón por la cual debe hacerse
seguimiento estrecho con glucometrías y ajuste oportuno de
la dosis de ADOS o insulina a quienes reciban este fármaco.
Debe tenerse atención especial al paciente pronado, ya que la
alimentación puede interrumpirse de manera accidental en
esta posición, lo que generará mayor riesgo de hipoglucemia.
Conflictos de interés
El autor certifica que no tiene conflictos de interés para la
elaboración de este manuscrito.
Financiación
El autor declara que no recibió recursos para la elaboración de este
manuscrito.
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