1
Médico Internista y Endocrinólogo. Director Médico, Endoeje.
Docente, Universidad Tecnológica de Pereira, Pereira, Risaralda.
2
Médico Internista y Endocrinólogo. Máster en ciencias en Oncología
Molecular. Docente, Hospital Universitario San Ignacio, Bogotá,
Colombia.
3
Médico Internista y Endocrinólogo. Máster en ciencias en Nutrición
y Dietética aplicada. Docente, Hospital San José. Fundación Santafé
Bogotá, Bogotá, Colombia.
4
Médico Internista y Endocrinólogo. Docente, Universidad de
Antioquia. Hospital Universitario San Vicente Fundación, Medellín,
Antioquia.
5
Médico Endocrinólogo. Docente, Universidad Tecnológica de Pereira,
Pereira, Risaralda.
6
Médico Endocrinólogo, Clínica Central del Quindío, Armenia,
Quindío.
Resumen
Una de las preocupaciones en la pandemia de la COVID-19
es si las enfermedades tiroideas autoinmunitarias (ETA) facilitan la
infección y la gravedad de las complicaciones y si el virus
por sí mismo puede alterar la función tiroidea.
A la fecha, no se ha demostrado que la COVID-19 sea más frecuente o
grave en pacientes con ETA; particularmente, no existe
correlación con la enfermedad pulmonar grave en la COVID-19.
Esto incluye a los pacientes críticamente enfermos en la unidad
de cuidados intensivos (UCI). En dichos casos puede presentarse
un cuadro clínico de síndrome de enfermedad no tiroidea.
Es importante que, durante el tiempo de la pandemia, se
estimule la continuación del tratamiento tiroideo recibido y
del control adecuado y no se suspenda durante la hospitalización.
Palabras clave: COVID-19, SARS-CoV-2, enfermedad tiroidea
autoinmunitaria, tiroiditis de Hashimoto, enfermedad de
Grave, pandemia, críticamente enfermo.
Abstract
One
of the concerns in the face of the COVID-19 pandemic
is whether autoimmune thyroid disorders facilitate infection
and the severity of complications; and if the virus by itself can
generate alteration in the thyroid function.
To date, there is no demonstration that COVID-19 is more
frequent or severe in patients with ATD; especially, there is no
correlation with severe lung disease in COVID-19. This includes the
critically ill ICU patient. In such a case, the clinical picture of
non-thyroid disease syndrome may occur.
It is important that the continuation of the thyroid treatment
received and adequate control during the time of the pandemic
be stimulated and not suspended during hospitalization.
Keywords: COVID-19,
SARS-CoV-2, Autoimmune thyroid
disease, Hashimoto thyroiditis, Grave´s disease, Pandemic,
Critically ill.
Introducción
Una de las preocupaciones ante la pandemia de la COVID-19
es si los trastornos tiroideos de tipo autoinmunitario facilitan la
infección y la gravedad de las complicaciones; y si el virus por sí
mismo puede generar alteración en la función tiroidea. Adicionalmente,
se ha planteado una posibilidad de correlación entre
los trastornos tiroideos, la disfunción pulmonar y el riesgo
cardiovascular, con impacto en procesos como la disnea, el derrame
pleural, la apnea del sueño y otras condiciones favorecedoras de
un mayor compromiso fisiopatológico cardiorrespiratorio.
Definición y epidemiología
La enfermedad tiroidea es frecuente entre la población
general. La incidencia de hipotiroidismo es más alta en mujeres que en
hombres y varía según los diferentes países, de
350/100.000/año en mujeres a 80/100.000/año en hombres,
siendo el hipertiroidismo primario mucho menos frecuente:
80/100.000/año en mujeres y 8/100.000/año en hombres (1).
Mecanismos autoinmunitarios e
infecciones en enfermedad tiroidea
autoinmunitaria
La inmunidad tiroidea implica interacciones complejas entre los
factores ambientales y genéticos, y se caracteriza por la
reactividad de los antígenos antitiroideos y las respuestas
inflamatorias o antirreceptores. En la
Tabla
1 se describen las características de los anticuerpos
antitiroideos: los antirreceptores
de TSH, los antiperoxidasa tiroidea y los antitiroglobulina (2).
Predisposición genética
Existe evidencia importante de concordancia de ETA en gemelos
monocigóticos entre el 20% y el 40%. Estas asociaciones
se dan a través de ciertos alelos, como el antígeno-linfocito T
citotóxico/proteína asociada 4, alelo G del gen CTLA-4, alelos
del HLA del cromosoma 6, HLA-DRB1*08, DRB3*0202, los cuales se asocian
con desarrollo de la enfermedad, y el DRB1*07
como protector (3).
En cuanto a los genes asociados a la susceptibilidad para
enfermedad tiroidea autoinmunitaria (ETA), además de HLADR, están los
genes no-MHC, incluidos CTLA-4, CD40, PTPN22,
tiroglobulina y los genes del receptor de TSH. Los disparadores
ambientales, además del iodo, incluyen medicamentos, tabaquismo,
estrés, predisposición genética y, en algunos casos,
procesos infecciosos (3).
La rubéola congénita se ha asociado con ETA, que puede
iniciar la expresión de moléculas de clase II. La infección por
hepatitis C es un muy conocido precipitante de ETA, cuando se
asocia a la terapia con interferón (IFN), pero no se cuenta con
evidencia de que esta pueda generar infección directamente (3, 4).
Se ha demostrado compromiso bacteriano por estafilococos,
estreptococos, enterobacterias, bacilos Gramnegativos
(como la
Yersinia),
anaerobios y otros menos frecuentes, como
sífilis, micobacterias, hongos, como
Aspergillus,
o parasitarios,
como en la equinococosis (5).
Esta noxa puede inducir la expresión de las moléculas de
clase II en las células tiroideas humanas, y dichas células actúan
como presentadoras de antígenos para iniciar una respuesta
inmunitaria (6).
Dicho fenómeno se asocia con otros procesos, como la expresión de la
molécula coestimuladora de células T, CD40, en
las células epiteliales tiroideas. Como aspecto adicional, las
células dendríticas intratiroideas y las células B pueden servir
como potentes presentadoras de antígenos. La mayoría de los
antígenos principales, como TG, peroxidasa tiroidea y TSHR,
que llevan a la selección de células T en los pacientes con ETA,
son más frecuentemente tiroideo-específicos (7).
Tabla 1. Caracterización de los
anticuerpos antitiroideos
![Tabla 1. Caracterización de los anticuerpos antitiroideos](https://revistaendocrino.org/index.php/rcedm/article/download/594/783/3104)
Anti-Tg: anticuerpos antitiroglobulina; AR: artritis reumatoidea; DG:
dermopatía de Graves; DM: diabetes mellitus; EC: enfermedad celíaca;
EG: enfermedad de Graves;
ETA: enfermedad tiroidea autoinmunitaria; Ig: inmunoglobulina; OG:
oftalmopatía de Graves; TH: tiroiditis de Hashimoto; TPO: anticuerpos
antiperoxidasa tiroidea;
TSHR: receptor de TSH; TTO: tratamiento.
Adaptada y traducida de la referencia 2.
Activación por efecto espectador
(bystander)
Una lesión local genera la expresión y presentación de antígenos por
las moléculas de clase II (3, 8, 9). La tiroides responde
con el cuadro de tiroiditis a la invasión por diferentes tipos virales
y no a un único agente asociado. En las tiroiditis subagudas,
definidas inicialmente por De Quervain, y de frecuente presentación
posviral, los pacientes deben tener una susceptibilidad
adicional para presentar la ETA crónica (10). Se ha planteado la
posibilidad de asociación con el antígeno HLA-B35 en algunos
grupos étnicos, el cual tendría asociación con una presentación
estacional (verano y otoño) (11). También se ha descrito compromiso por
virus Coxsackie, virus de Epstein-Barr (VEB), parotiditis, sarampión,
enterovirus, influenza, adenovirus, espumaretrovirus (
foamy retrovirus, HFV), entre otros
(4, 9).
En el caso específico de las tiroiditis de Hashimoto, son
también múltiples los posibles factores asociados desde el
punto de vista de la infección y de predisposición involucrados,
descritos a continuación.
Susceptibilidad
genética
Existen asociaciones familiares. El riesgo de recurrencia
en hermanos es >20 y la tasa de concordancia en gemelos
monocigóticos es del 30% al 60% (12).
Hay una relación, aunque relativamente débil, de ciertos
alelos del HLA, como el DR3. El gen de la tiroglobulina se ha
asociado con esta ETA. En un estudio de casos y controles se
evaluaron 48 exones del gen de TG y se demostró que algunos
polimorfismos de nucleótido único (SNP, por sus siglas en inglés)
tendrían mayor riesgo con ETA (SNP de exón 10-12 y 33)
en forma significativa (p <0,01), y la combinación de ambos
tendría una asociación aun mayor (p <0,001) (13).
La respuesta inicial autoinmunitaria por células T CD4+
parece generar una regulación al alta (upregulation) de la secreción de
interferón gamma (IFN-γ), con un aumento de la
expresión de las moléculas de clase HMC-II en los tirocitos.
Este proceso posiblemente dispare la expansión de células T
autorreactivas y da pie a la característica respuesta inflamatoria, con
progresión de la enfermedad y generación de apoptosis, que, finalmente,
lleva al hipotiroidismo. De igual forma, un
fenómeno favorecedor parece ser la presencia de anticuerpos
inhibidores de TSH circulantes. En relación con la lesión celular, la
expresión del receptor CD95 y su ligando en el tejido
tiroideo es mucho mayor que en las contrapartes normales,
así como otros factores efectores de apoptosis, como caspasas
3 y 8, Bax, Bak y Fas/CD95 (3). En el proceso secundario, se
han observado respuestas CD4+ y CD8+, con predominancia
de CD4+. Por tal motivo, hay un incremento en la expresión
de células T y sus marcadores como el HLA-DR, con citocinas
como la interleucina 2 (IL-2), el IFN-γ, el factor de necrosis
tumoral (FNT) y las IL-4, 6, 2, 10, 12, 13 y 15. Al presentarse
actividad de la MHC-II, las expresiones de ICAM-1, LFA-3 y
MHC-I por los tirocitos se incrementan por la IL-1, el FNT y el
IFN-γ, lo cual aumenta la capacidad citotóxica de las células T
mediante la lisis. El ataque del complemento por la vía clásica
o alternativa altera la función metabólica de la tiroides y las
lleva a secretar IL-1, IL-6, especies reactivas de oxígeno y
prostaglandinas, que incrementan el proceso autoinmunitario (3, 4).
Infecciones
En general, no se puede considerar un efecto de infección
directa, aunque se ha demostrado la inducción en forma experimental en
modelos animales.
Se han descrito casos de tiroiditis linfocítica tras inmunizaciones
para estreptococo del grupo A y también se ha asociado
a Yersinia enterocolítica. Se han reportado con frecuencia anticuerpos
que pueden reaccionar con las proteínas del Western
Blot para VIH-1, con datos que sugieren que los pacientes con
infección por retrovirus no VIH producen anticuerpos para
proteínas virales, con reactividad cruzada con proteínas VIH.
De igual forma, se han descrito partículas de tipo viral, aunque
su significancia clínica no es clara (4).
En algunos estudios en humanos, se ha llevado a cabo la
identificación virológica de la presencia directa de virus o sus
componentes para retrovirus (HFV) y parotiditis en la tiroiditis
subaguda, retrovirus (virus linfotrópico humano de células
T tipo 1, HTLV-1, HFV, VIH y virus simiano 40, SV40) en Graves,
y para HTLV-1, enterovirus, rubéola, parotiditis, HSV, EBV y
parvovirus en tiroiditis de Hashimoto, pero, nuevamente, no es
claro su papel como factores etiológicos directos o simplemente como
espectadores “inocentes” (10).
SARS-CoV-2/COVID-19 y ETA
La captación del SARS-CoV-2 aerosolizado lleva a la infección de las
células que expresan los receptores blancos de la
enzima convertidora de la angiotensina (ECA-2), tales como
las células alveolares tipo 2 y otras no conocidas. Se altera
la respuesta del IFN antiviral, lo que resulta en replicación
viral no controlada. La migración de neutrófilos y monocitos
macrófagos termina hiperproduciendo citocinas proinflamatorias hasta
llegar a un cuadro de “tormenta de citocinas”, inflamación a la que
contribuye la activación específica de Th1/
Th17. A su vez, las células B y las células plasmáticas producen
anticuerpos específicos contra el SARS-CoV-2, que intentan la
neutralización viral.
Existen mecanismos potenciales de evasión inmunitaria
que son compartidos por el SARS-CoV, el MERS-CoV y el SARSCoV-2, como
la interferencia del sistema inmunitario innato (14).
Tras la epidemia en el 2003 del SARS como enfermedad
viral en Asia, se ha reportado la posibilidad de enfermedad
tiroidea como factor asociado a la gravedad del compromiso
respiratorio. Dada la frecuencia de presentación de la ETA y la
extensión global del brote (en dos docenas de países en Suramérica y
Europa y en Norteamérica), era esperable la posibilidad de coexistencia
de ambas patologías (15).
Aunque algunos de esos reportes sugieren una posible relación
etiológica, al revisar las descripciones de compromiso
pulmonar grave e hipotiroidismo concomitante, no es posible
establecer causalidad. Estos casos pudieran corresponder a
cuadros de tiroiditis subagudas. Lo que sí parece ser consistente es la
posibilidad de mejoría clínica tras el inicio de la corrección del
hipotiroidismo en el contexto del deterioro de los
pacientes (16).
Desde el punto de vista histopatológico, una evaluación
en necropsias de 5 casos de SARS mostró una destrucción del
epitelio folicular y exfoliación de las células al folículo, con un
remanente de células epiteliales en el andamiaje tisular tiroideo
escaso o ausente. En algunas áreas, las células epiteliales
foliculares formaban acúmulos sin coloide. En otras zonas, las
células epiteliales presentaban folículos dilatados, algunos se
encontraban colapsados o distorsionados y otros presentaban
una configuración microfolicular. Las células parafoliculares
no pudieron ser identificadas en la evaluación rutinaria. En
1 de los casos se presentaban cambios capilares en el tejido
conectivo interfolicular y el epitelio folicular presentaba daño
grave. Sin embargo, no se evidenció infiltración neutrofílica ni
linfoide en el tejido conectivo. En las mujeres se evidenció,
adicionalmente, fibrosis interfolicular.
En la evaluación específica de apoptosis se evidenció compromiso en el
epitelio folicular y en las regiones interfoliculares de todos los
pacientes. De igual forma, en la totalidad de
las muestras de SARS, las células calcitonina positivas estaban
ausentes completamente (17).
Aunque se ha planteado un origen multicausal, incluido el
uso de corticoides para dichos hallazgos, se considera la posibilidad
de daño directo, pues 1 de los 5 pacientes no recibió
este tipo de medicación y presentaba iguales cambios (17). La
gravedad es variable y hay inclusive datos de tormenta tiroidea
desencadenada por H1N1 (18). Sin embargo, no encontramos gran cantidad
de reportes de asociación entre tiroiditis
y SARS-CoV o MERS, y menos aún datos de correlación entre
SARS-CoV-2 y producción de ETA o tiroiditis.
En el caso particular de la COVID-19/SARS-CoV-2, no ha
sido posible determinar una correlación con enfermedad tiroidea, aunque
por la frecuencia de ambas patologías se esperaría una frecuente
coexistencia. Por ahora, en la mayoría
de las descripciones de características de los pacientes, no se
menciona el compromiso tiroideo dentro de la comorbilidad
presente. Recientemente se ha informado de un primer caso
de tiroiditis subaguda relacionada con la infección por SARSCoV-2. En
el artículo se describe a una mujer de 18 años, que
consulta por fiebre, dolor de cuello irradiado a la mandíbula
y palpitaciones que ocurrieron 15 días después de un hisopo
orofaríngeo positivo para SARS-CoV-2. La COVID-19 había sido
leve y la paciente se había recuperado por completo en pocos
días. En los resultados del examen físico, la paciente presentó
un aumento de la frecuencia cardíaca y una tiroides dolorosa
y agrandada a la palpación. En los exámenes de laboratorio,
la T4 libre y la T3 libre estaban elevadas, la TSH indetectable
y marcadores inflamatorios y el recuento elevado de glóbulos
blancos. Se detectaron áreas hipoecoicas bilaterales y difusas
en el ultrasonido de cuello. Un mes antes, la función tiroidea
y las imágenes eran normales. La respuesta a un ciclo corto
de prednisona fue rápida, con desaparición de los síntomas en
1 semana, como es usual en la tiroiditis subaguda. La función
tiroidea y los marcadores inflamatorios se normalizaron en 40
días. Los autores concluyeron que se trataba de tiroiditis subaguda
posterior a la COVID-19 (19).
Otros factores de riesgo siguen presentando mayor relevancia para el
riesgo de complicaciones en el caso de la infección por coronavirus
reciente, como la hipertensión arterial, la
diabetes y la obesidad. En una serie de casos en una población
de pacientes hospitalizados en Estados Unidos (que incluyó 99
condados en 14 estados, con 1482 pacientes con infección confirmada por
laboratorio en marzo de 2020), 180 (12,1%) presentaban condiciones
médicas asociadas y, de estos, el 89,3%
presentaba más de 1 comorbilidad. En cuanto a los 60 casos con
enfermedades crónicas metabólicas, 13 tenían disfunción tiroidea
aislada y 2 presentaban diabetes y disfunción tiroidea (20).
En una reciente publicación de JAMA, no se reporta la
presencia de enfermedad tiroidea en ninguno de los 5700 pacientes
hospitalizados por COVID-19 en Nueva York, ni como
consecuencia de la infección (21).
Por otro lado, en un centro hospitalario en Wuhan, China,
con confirmación por laboratorio de 140 pacientes, se reportó
una frecuencia de enfermedad tiroidea en solo el 3,6% de los
casos (n = 5) (22).
En el caso colombiano, existe información limitada, por no
contarse con el reporte de comorbilidad en el total de infectados, y
solo se dispone de algunos datos de pacientes fallecidos.
En el análisis de los 100 primeros casos de mortalidad, 8 presentaban
alteraciones tiroideas, reportados como hipotiroidismo (7) e
hipertiroidismo (1) (23).
Por lo anterior, al momento actual no es posible definir una
relación entre la COVID-19 y la disfunción tiroidea más allá de
la coexistencia y asociación, no causal, ni para el proceso de
infección, ni para la comorbilidad o las complicaciones.
En cuanto a la correlación clínica, en 2003, en 48 pacientes
con SARS se evidenció que los niveles de T3, T4 y TSH fueron
significativamente menores que en los controles, particularmente los
valores de T3 (24).
Desde el punto de vista fisiológico, sin embargo, la reducción de los
valores de TSH reportados no puede explicarse
por la destrucción del epitelio folicular, ya que los valores de
T3 y T4 bajos llevarían al incremento de TSH. Por tal motivo, se
ha planteado que, asociada a la alteración tiroidea, se presentaría una
disfunción a nivel hipofisario. En otro reporte de 4 de
61 pacientes supervivientes al SARS (6,7%) se evidenció hipotiroidismo,
incluidos 3 pacientes con hipotiroidismo central y 1 con compromiso
primario asociado a anticuerpos antitiroideos positivos. En estos casos
se ha documentado hipocortisolismo central (39,3%) (10, 24, 25). Se
plantean como mecanismos
hipofisitis causada por el SARS, afección directa del hipotálamo;
o por adaptación a la enfermedad crítica. Este planteamiento se ha
definido con la presencia de edema y degeneración
neuronal e identificación de las secuencias genómicas virales
en el hipotálamo y la corteza cerebral de pacientes con SARS,
además de disfunción adaptativa por la activación prolongada
del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (HHS) (17). Aun
así, los resultados de los estudios de necropsias no son todos
concluyentes y otros autores no han logrado la demostración
de contenido viral en el tejido tiroideo, pero sí en paratiroides,
hipófisis, páncreas y suprarrenales (26).
Desarrollo de autoinmunidad tiroidea en
vacunación
Tampoco se ha documentado asociación de alteración tiroidea
autoinmunitaria después de la vacunación para SARS o
MERS. En un estudio de tratamiento para cáncer de próstata,
colon y páncreas, los pacientes tratados con GVAX (vacuna hecha con un
tipo de célula tumoral transfectada con GM-CSF)
desarrollaron anticuerpos antitiroglobulina TgAb y no antiperoxidasa.
Esta producción resultó independiente del cáncer o
del tratamiento simultáneo con ipilimumab, pero detectado
con ciertos tipos de pruebas, que reconocen un epítope diferente a la
que reconoce la prueba comercial rutinariamente
utilizada en la tiroiditis de Hashimoto. Dicha seroconversión
se correlacionó con un aumento de la sobrevida (27). Hasta ahora parece
lógico pensar que las vacunas contra el SARS-CoV-2
y el SARS-CoV deberían tener el mismo delineamiento, debido a la gran
similitud genética entre ellos. Se han identificado
epítopes en SARS-CoV en las células T y B derivadas de las proteínas de
la espiga (S) y nucleocápside (N), que son idénticas
a las de SARS-CoV-2. Son un blanco inmunitario dado, que no
se han encontrado mutaciones en las 120 secuencias de SARSCoV-2
identificadas hasta ahora (28).
Muchas enfermedades como el SARS-CoV, por ejemplo,
dejan la sensación de buscar una vacuna como la mejor medida para
evitar nuevas epidemias. Esto tiene dificultades que
inician desde la comprensión del mecanismo patogénico del
organismo agresor. La reproducibilidad de los modelos animales en
humanos no es perfecta, por lo que, generalmente,
debe probarse en humanos para evaluar su efectividad, además de
realizarse ensayos clínicos en zonas endémicas y en la
pospandemia. Todo esto le dificulta a las vacunas poder ganar
aprobación para su uso generalizado (29).
Actualmente no hay vacuna ni tratamiento farmacológico
con eficacia clínica probada contra el síndrome respiratorio
grave por SARS-CoV-2. De los 332 registros de ensayos clínicos en marzo
de 2020, más de la mitad estaban reclutando y
el resto en preparación para reclutar pacientes, de los cuales,
muy pocos en África y Suramérica. Es por esto por lo que la
Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó el estudio SOLIDARITY, un
estudio internacional de tratamientos potenciales
en África y Suramérica.
En la
Tabla 2 se muestra la
similitud en las secuencias proteicas entre el SARS-CoV-2 y el SARS-CoV
y MERS, además de
la dificultad en conseguir una vacuna contra las tres enfermedades.
Parecido al SARS-CoV, un dominio de unión al receptor
de MERS-CoV en la unión con la Fc es una vacuna que muestra
adecuada actividad neutralizante, que bloquea la unión de la
proteína S a su receptor, el hDPP-4 (DPP-4 humano). Ya se han
desarrollado ratones (transgénicos o por entrega de hDPP-4
mediada por adenovirus) que expresan hDPP-4 y muestran
susceptibilidad a la infección por MERS-CoV (30).
En cuanto a los estudios de medicamentos para el tratamiento, la
compañía Vir tiene un estudio con anticuerpos
monoclonales, que busca determinar si los anticuerpos monoclonales
anticoronavirus (mAbs) se unen a y neutralizan al
nCOV-2019. En forma similar, la compañía Regeneron está en
pruebas en humanos con anticuerpos monoclonales contra el
MERS y está en desarrollo de anticuerpos monoclonales contra el
nCoV-2019.
En la línea de desarrollo global hay por lo menos 15 candidatos a
vacunas, que emplean una diversidad de tecnologías,
como ARN mensajero, nanopartículas basadas en ADN, partículas tipo
virus sintéticas y modificadas. A excepción de aquellos
estudios de la
Coalition for
Epidemic Preparedness Innovations
(CEPI), la fase 1 no iniciará antes de 1 año. No se están realizando
actualmente estudios en humanos para CoV-2019 (31).
La tecnología que usa células Vero (verda reno, en esperanto [“riñón
verde”]) se convierte en una plataforma versátil de
utilidad en el desarrollo de vacunas contra enfermedades virales
emergentes. Dentro de esta gran variedad se encuentran
el adenovirus, el virus del herpes y el ortomixovirus (H1N1),
aunque también el SARS-CoV y el MERS (32).
Tabla 2. Identidad de
secuencias entre el SARS-CoV-2 y el SARS-CoV y MERS
![Tabla 2. Identidad de secuencias entre el SARS-CoV-2 y el SARS-CoV y MERS](https://revistaendocrino.org/index.php/rcedm/article/download/594/783/3105)
Adaptada de la referencia 28.
SARS-CoV-2 y enfermedad tiroidea en
enfermedad crítica
El síndrome de la enfermedad no tiroidea (SENT), o como
era llamado anteriormente: síndrome del eutiroideo enfermo
(33), es el nombre con el que se identifica a la alteración tiroidea
en pacientes aguda y gravemente enfermos. Se acepta como
una subregulación del eje hipotálamo-hipofisario-tiroideo
(HHT), dado que cuanto mayor sea la alteración en el perfil
bioquímico hormonal, mayor serán la gravedad y la mortalidad. La Figura
1 muestra la relación entre la gravedad de los
cambios hormonales, que gradúa en leve, moderado o grave al
SENT, y la mortalidad. Esta alteración puede entenderse como
un mecanismo adaptativo o como una respuesta maladaptativa del
organismo, en la que este no logra la producción hormonal requerida
para el momento de la enfermedad crítica (33).
Figura 1. Relación entre el
perfil tiroideo y la mortalidad
en el SENT. Adaptada de la referencia 39.
T3L: hormona T3 libre; T3r: hormona T3 reversa;
T3T: hormona T3 total; T4L: hormona T4 libre; T4T:
hormona T4 total; TSH: hormona estimulante de la
tiroides.
Se ha encontrado menor expresión de D1, sobreactivación
en la deyonidasa 3 (D3), disregulación de la actividad periférica de
D2, que lleva a reducción de T4L y T3, con supresión de la
liberación de TRH. Reducción de los transportadores MCT8 y
MCT10, que altera el metabolismo normal de T3 y T4, y alteración de las
proteínas transportadoras de hormonas tiroideas.
También lleva a elevación de la T3 reversa como hormona inactiva (T3r)
(34).
Los pacientes en unidad de cuidados intensivos (UCI) frecuentemente
reciben medicamentos que alteran la homeostasis del eje HHT, como, por
ejemplo, los corticoides, los betabloqueadores, la amiodarona, la
adrenalina, la noradrenalina,
la dopamina, los opioides, la octreótida, la furosemida, la heparina,
los salicilatos, la fenitoína, la carbamazepina metoclopramida, los
medios de contraste yodados y, por ende, el perfil
hormonal sanguíneo (35).
Por último, la desnutrición y el desbalance entre el gasto y
la ingesta calórica infrarregulan el eje HHT y empeoran la elevación de
la T3 reversa circulante (36, 37).
Todo este perfil bioquímico se ha correlacionado con un
aumento de la gravedad y la mortalidad; y, en general, se aceptan como
marcador de gravedad el ingreso a UCI (8,3%) y la
mayor mortalidad a 30 días (6,4%), con una diferencia significativa
entre los supervivientes y los no supervivientes (29,1
versus 71,9%; p <0,001), aunque estos se consideraron en el
contexto del síndrome de enfermedad no tiroidea (38).
A medida que hay recuperación de la enfermedad de base,
se produce una normalización en los niveles de hormona tiroidea y del
eje HHT (39). Las implicaciones de los valores bajos
de T3 pudieran ir más allá del compromiso viral pulmonar o
por SARS.
Si bien los reportes de compromiso pulmonar grave e insuficiencia
ventilatoria durante la COVID-19 no mencionan
lesión directa en la glándula tiroides, es apenas lógico que la
función tiroidea se comprometa de la misma forma que en pacientes
críticamente enfermos por otras causas (40).
Conclusiones
Las enfermedades tiroideas son frecuentes en la población
mundial, lo que hace probable la presentación de pacientes
con ellas e infección por el SARS-CoV-2 o la COVID-19.
A la fecha, no hay demostración de que la COVID-19 sea
más frecuente o grave en pacientes con ETA; en especial, no
hay correlación con neumopatía grave en la COVID-19. Esto
incluye al paciente crítico en UCI. En dado caso, es posible que
se presente el cuadro clínico del síndrome de la enfermedad
no tiroidea.
No existe evidencia que haga sospechar alteración tiroidea
autoinmunitaria en casos de vacunación contra enfermedades
similares a las producidas por el SARS-CoV-2.
Es importante que se estimule la continuación del tratamiento tiroideo
recibido y un control adecuado durante la época de la pandemia y no se
suspenda durante la hospitalización.
Conflictos de interés
Los autores declaran no tener conflicto de intereses para
el presente artículo.
Financiación
Los autores declaran no haber tenido patrocinio ni financiación para el
presente artículo.
Referencias
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